Columna de Daniel Matamala: En el nombre de la madre

ROMINA VARGAS
ROMINA VARGAS, MADRE DE FRANCO VARGAS, CONSCRIPTO FALLECIDO EN PUTRE. FOTO: DEDVI MISSENE


Romy Vargas no tenía nada. Ni poder, ni influencia, ni dinero. Nada, excepto la determinación más inquebrantable que existe en el mundo: la de una madre en busca de justicia para su hijo.

A ese hijo, Romy lo perdió el sábado 27 de abril. Franco Vargas se había inscrito voluntariamente para hacer el servicio militar, como lo hacen cada año miles de jóvenes, en su mayoría de escasos recursos. “Son una gran familia y estarán a tu lado. Vivirán de cerca la lealtad y el compromiso con quienes más lo necesitan”, asegura a esos adolescentes el Ejército en su promoción del servicio.

Fueron promesas vacías para Franco. Fue asignado a la Brigada Motorizada N°23 Huamachuco, en Putre. El lunes 22 de abril comenzaron ejercicios en Pacollo, a más de 4 mil kilómetros de altura, para habituarse a las duras condiciones del altiplano.

El sábado 27, Franco murió.

Podríamos llenar páginas con los detalles del maltrato y falta de consideración hacia Romy y las madres de las demás víctimas. Ella lo resumió con dos frases que, a estas alturas, son innegables. “Si esto le hubiera pasado a un hijo de un general, se aclararía altiro”. Y “si yo no voy a los medios, esto queda en nada”.

El Ejército ocultó información, asegurando que los conscriptos “decidieron” marchar en polera de madrugada por el altiplano, y que Franco había llegado vivo al centro de salud de Putre.

A cuentagotas, con el pasar de los días fuimos sabiendo que Franco no era la única víctima. 45 conscriptos presentaron problemas de salud. Dos siguen en estado grave, y uno de ellos, según se informó recién este jueves, sufrió la amputación de una de sus manos.

Romy no dejó puerta sin tocar. Y pronto las madres de los demás conscriptos se sumaron a un coro conmovedor. A medida que autoridades de gobierno y los medios de comunicación hurgaban en el caso, salían a la luz las mentiras de la versión inicial.

Al principio el hilo se cortó por lo más delgado, con la remoción de algunos funcionarios de bajo rango. “Hay gente que sabe más y yo creo que le están mintiendo hasta al mismo general”, había advertido Romy.

Casi dos semanas después, el mismo general le dio la razón.

“Es doloroso constatar que la información preliminar entregada adoleció de falta de precisión, y ello llevó a las diferentes contradicciones que han sido de público conocimiento”, reconoció Javier Iturriaga. “Seguimos investigando para establecer la verdad y precisar si existió ocultamiento de información o derechamente se mintió”, completó el comandante en jefe, al anunciar la remoción de un general y un coronel.

Recién esta semana, se designó una ministra en visita de la Corte Marcial para investigar el caso. En paralelo, el fiscal regional de Arica comenzó sus indagatorias. La contienda de competencias entre justicia militar y civil se resolverá el 30 de mayo, cuando la Corte Suprema decida al respecto.

Los resquemores sobre la justicia militar son justificados. Este mes se cumplen 19 años de la fatal marcha de Antuco, cuando el mayor Patricio Cereceda obligó a decenas de jóvenes a marchar bajo el viento blanco, con nieve y temperaturas bajo cero, sin la vestimenta adecuada.

44 conscriptos murieron. Los efectivos del Ejército, que sí contaban con vestuario adecuado, se pusieron a resguardo y dejaron morir a los jóvenes a su cargo. Como recordaría uno de los sobrevivientes: “un sinfín de soldados ya no podían caminar más, y los cabos en un minuto empezaron a arrancarse”. Un solo suboficial falleció: el sargento Luis Monares, quien se quedó ayudando a sus hombres, y murió con ellos.

También ese caso estuvo plagado de encubrimientos y un trato indigno hacia los familiares. La justicia militar dictó solo una condena de presidio efectivo, contra Cereceda. Pasó tres años privado de libertad: unos 24 días por cada una de las víctimas. El año pasado, se supo que estaba contratado por el Ejército para dictar una serie de charlas.

La fatal marcha de Putre ocurrió la misma madrugada del asesinato de tres carabineros en Cañete. Pero para los conscriptos no ha habido duelo nacional, despliegue de autoridades en terreno ni legislación ad-hoc en el Congreso.

El Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) presentó una querella por apremios ilegítimos, basada en los testimonios de los sobrevivientes, que relatan frecuentes golpes, insultos e incluso burlas hacia el conscripto fallecido. Fue gracias a esa querella que la justicia civil pudo involucrarse en el caso.

El exlíder republicano en el Consejo Constitucional, Luis Silva, dijo que “es de lamentar que fallezca un conscripto, y se presenten cuadros infecciosos que afecten a un montón”. Sobre las denuncias de los sobrevivientes, dijo que “yo no quiero contrastar con la información de la querella del INDH. No le creo. Pongo un manto de duda”. Una excandidata del mismo partido se burló de las víctimas, hablando de “45 mamones” y pidiéndoles que “sean hombres”.

El silencio y la indiferencia de muchos políticos ha sido atronador. ¿En qué quedamos? ¿Realmente les importan quienes sirven a la Patria en las instituciones armadas? ¿Sus vidas y sus muertes son relevantes siempre? ¿O sólo son carne de cañón, utilizadas para sacar provecho partidista y abanderar a las FF.AA. con un sector político?

Contra todo y contra todos, la fuerza de Romy y de las madres de las demás víctimas ha removido al país. “No todos los militares son iguales, mi hijo tuvo un cabo a cargo la primera semana que no era cruel, incluso los preparaba para el futuro”, dice la madre de Franco. “El general Iturriaga tiene que sacar de las filas a los traidores de la Patria”, complementa.

Cuánta sabiduría en sus palabras. Mientras los políticos legislan imaginando que hay instituciones perfectas, a las que se debe dar patente de impunidad, esta mujer valiente nos recuerda cómo funcionan las cosas en la vida real.

El control civil, reglamentario y legal sobre las instituciones militares es uno de los cimientos de la democracia. Es de esperar que, en medio de la estupidez legislativa en la que estamos hundidos, esta tragedia nos sirva de recordatorio.

Tenemos que agradecérselo a una mujer, que, tal como lo hicieron otras madres en un pasado oscuro, se enfrenta a un sistema completo. Y lo hace sin más armas que el poder de la convicción y la fuerza de la verdad.

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