Columna de Daniel Matamala: Gato negro, gato blanco

 Plantas procesadoras del Litio en Salar de Atacama


“No importa si el gato es blanco o negro; si caza ratones es un buen gato”. El tradicional aforismo chino fue popularizado por Deng Xiaoping para defender su política económica pragmática, que dejaba atrás la ideología maoísta.

Pero hoy en Chile, a propósito del llamado “oro blanco”, el litio, se libra una guerra de maullidos entre gatos blancos y negros.

El programa del Presidente Boric promete formar una Empresa Nacional del Litio, siguiendo el modelo de Codelco en el cobre. Es parte de una estrategia nacional que será anunciada en los próximos días. El subsecretario de Minería, Willy Kracht, adelantó que, mientras se avanza en crear la empresa estatal, abrirán licitaciones de nuevos proyectos de explotación a privados.

El anuncio causó escozor en el oficialismo. El senador comunista Daniel Núñez lo calificó de “privatización abierta”, y dijo que Kracht “parece subsecretario de Sebastián Piñera y no de Gabriel Boric”. “Un error histórico”, “inaceptable” y “grave” fueron otras reacciones de parlamentarios de gobierno.

Desde la vereda ideológica opuesta, otra noticia desató celebraciones. Se reveló que en 2022, entre contratos de arriendo e impuestos, SQM entregó al Fisco más de U$5 mil millones, el mayor aporte de una empresa al Estado en la historia. El excoordinador económico de José Antonio Kast, José Luis Daza, dictaminó que a la luz de esas cifras es “urgente abrirse completamente al sector privado” y “por ningún motivo aceptar empresa estatal del litio”.

Es la guerra de trincheras que ha inmovilizado a Chile por años. Elegir entre un gato negro, en que el Estado sea el empresario, o uno blanco, en que todo se entregue a los privados.

Por eso hay que preguntarse, más allá del color del gato, ¿qué ratones queremos cazar?

El primero es aumentar la producción, y lo más rápido posible. El boom del litio, debido a su uso en baterías para autos eléctricos, ha disparado los precios (259% sólo en 2022). Y en Chile estamos en una posición privilegiada para aprovecharlo, no sólo porque tenemos una de las mayores reservas del mundo, sino porque es litio extraído de salares, más barato de explotar que el de roca.

Pero, en el momento crucial, nos estamos quedando atrás. Mientras acumulamos proyectos fallidos y licitaciones fracasadas, otros avanzan. En 2016, Australia nos quitó el liderazgo como el mayor productor de litio del mundo, y nuestra participación ha ido a la baja. Esta semana, Irán anunció el descubrimiento de un gigantesco yacimiento, que lo pondría en el top ten mundial de reservas explotables. Más allá de la fiabilidad de ese anuncio, constata que esta es una carrera global, y el que pestañea pierde.

En especial, porque no sabemos cuánto durará el boom. Esta semana hubo señales preocupantes: la empresa china JAC presentó el primer auto eléctrico propulsado por baterías de sodio-ion, una alternativa más barata a las de litio. Y un informe de Golden Sachs advirtió la caída de la demanda china, tras el fin del subsidio estatal a la compra de autos eléctricos.

Mientras, altos ejecutivos de Tesla, la empresa de Elon Musk, estuvieron esta semana en Chile, haciendo lobby con autoridades y visitando las plantas de producción del salar de Atacama.

En un escenario tan frenético, ¿es razonable quedarnos inmóviles mientras creamos una Empresa Nacional del Litio, un proceso que demorará años? Claro que no. Puede ser una farra histórica. Hay que actuar rápido, en alianza con los privados que ya saben producir. En eso, los partidarios del gato blanco tienen razón.

Pero el segundo objetivo es que esos beneficios no se queden en los bolsillos de algunos magnates, como ha ocurrido históricamente con los recursos naturales en Chile, sino que vayan a sus dueños: a todos nosotros. Que este oro blanco se convierta en escuelas, hospitales y mejores pensiones.

¿Está pasando eso? Sólo parcialmente. Sí, el Fisco recibió U$5.000 millones, pero SQM se embolsó U$3.906 millones, un 567% más que el año anterior. Y si al menos parte de esas fabulosas ganancias al fin están llegando al Fisco, es porque, tras décadas de vergonzosa captura del Estado por las platas oscuras de SQM, en 2017 por primera vez Corfo, al mando de Eduardo Bitran, negoció un contrato decente: U$3.300 millones provienen de los pagos de arriendo por ese trato.

Si hubiéramos hecho caso a los lobistas del gato blanco, esos que claman que cualquier intento de establecer royalties e impuestos adicionales “mata la industria”, la empresa del exyerno de Pinochet se hubiera embolsado, a costa de todos los chilenos, una proporción aun mayor de esos miles de millones de dólares.

Esas rentas deben ir en beneficio de todos, sea explotando directamente vía una empresa estatal (como Codelco con el cobre), o negociando desde una posición de fuerza buenos contratos de explotación con los privados. Porque los dueños del litio somos nosotros, no ellos.

Finalmente, el tercer objetivo debe ser que la extracción del litio genere valor agregado y respete el medio ambiente. Eso no significa construir autos eléctricos en Chile, algo que difícilmente sea viable, sino exigir en esos contratos transferencia tecnológica y aprovechar las oportunidades para hacer desarrollo productivo, estableciendo parques científicos junto a las universidades y el Estado, tal como se hace en Estados Unidos, Israel, Corea del Sur o Singapur.

Si queremos cazar estos tres ratones, tenemos que olvidarnos de las ideologías rígidas. Urge licitar pronto para explotar nuestras gigantescas reservas, pero hacerlo de forma competitiva y transparente, asegurando que la parte del león de las ganancias quede para nosotros, los dueños del litio, y poniendo condiciones que ayuden a complejizar nuestra economía.

En paralelo, podemos avanzar en una Empresa Nacional del Litio que se haga cargo de coordinar políticas y, eventualmente, explotar parte de estos recursos.

¿Blanco o negro? Ni lo uno ni lo otro. Será un gato manchado el que cace más ratones.

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