Columna de Daniel Matamala: ¿Qué te pasó, Pablo?

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¿Es Longueira “el político más honesto de Chile”, víctima inocente de una “persecución de los comunistas”? Revisemos los hechos.



En 1980, el columnista Pablo Huneeus fue despedido de La Tercera tras ironizar con el plebiscito para aprobar la Constitución de Pinochet. Sus columnas se convirtieron en uno de los libros más populares de esa época, titulado con una pregunta que recibió tras su despido: “¿Qué te pasó, Pablo?”.

Cuarenta años después, en la víspera de otro plebiscito constitucional, el que debía ser un regreso triunfal provoca esa misma pregunta.

Esta vez, el Pablo es Longueira, expresidente de la UDI, quien reapareció proclamando una serie de mandamientos: sus seguidores debían votar Apruebo, llevarlo a la convención constitucional y elegirlo como presidente del partido.

La forma es típica de Longueira: en sus años de gloria, notificó a su partido que debía pactar con el gobierno de Lagos; apoyar a su exenemigo Piñera, y aprobar la Ley de Pesca que él había negociado con los magnates del rubro. Las órdenes de “Pablo”, como todos se referían a él, se obedecían sin chistar.

Jovino Novoa y Pablo Longueira, los discípulos de Jaime Guzmán, no sólo eran los guardianes de la palabra del fundador. Además, manejaban las llaves de los financistas y distribuían recursos entre quienes dieran pruebas de lealtad.

Por eso su regreso muestra cuánto cambiaron Chile y su propio partido en sus siete años de ausencia.

La recepción fue, por decirlo elegantemente, tibia. “Chile no necesita un Mesías”, “lo dice como si él mandara”, “se quedó en una época mesiánica”, reclaman sus correligionarios.

Longueira reaccionó con exasperación. “Un abrazo y viva la UDI de ayer, no la de hoy”, escribió en el grupo de WhatsApp del partido. En una charla explicó que en verdad “yo estoy por el Rechazo, quiero conservar lo que más se pueda de esa Constitución”. Y echó mano a su vieja treta de hablar en nombre del fundador del partido. “Jaime Guzmán hubiera dicho: ‘Miren, esta Constitución duró 42 años (…) y se acabó. Punto’ “.

Todo esto ocurre a sólo semanas de la audiencia de preparación del juicio oral por el caso SQM, prevista para el 5 de octubre. “No está en condiciones de presidir el partido. Primero tiene que solucionar eso”, le recordó la alcaldesa UDI Evelyn Matthei en CNN. En radio Cooperativa, Longueira estalló: “Métetelo en la cabeza, no tengo mochila, compadre. Los comunistas me han perseguido porque buscan un asesinato de imagen (…). ¿Conoces a la Horvitz? Es la comunista que está en el CDE (Consejo de Defensa del Estado) y me persigue. ¡He sido el político más honesto de Chile, compadre! ¿Te quedó claro?”.

¿Es Longueira “el político más honesto de Chile”, víctima inocente de una “persecución de los comunistas”? Revisemos los hechos.

Según una auditoría encargada a la firma Shearman & Sterling, solo entre 2009 y 2014 SQM entregó $ 730 millones a una red de boleteros relacionados con el exsenador: asesores, fundaciones y hasta estudiantes universitarios. Constan los mails coordinando depósitos y las confesiones de las personas contactadas para emitir las boletas falsas.

Longueira, sin embargo, libró del delito tributario gracias al acuerdo transversal de impunidad que, durante el gobierno de Bachelet, hizo que el Servicio de Impuestos Internos no se querellara por casos que involucraban a políticos, fueran de izquierda, centro o derecha.

Pero en su caso, hay más. Correos electrónicos prueban que un artículo de la ley del royalty minero fue redactado por SQM y enviado por su gerente general, Patricio Contesse, a Longueira.

Entonces, Longueira copió y pegó esa propuesta al entonces ministro Cristián Larroulet como si fuera propia. Así logró que un artículo redactado por SQM terminara convertido en Ley de la República, entregando beneficios millonarios a sus financistas.

El pleno del CDE, formado por 11 abogados, además de “la Horvitz” (la prestigiosa penalista María Inés Horvitz), se querelló por cohecho contra Longueira. Presidía el CDE el exministro (S) de Justicia de Piñera Juan Ignacio Piña, quien tildó de “despropósito” el ataque de Longueira contra Horvitz. Hoy, el CDE es presidido por otro abogado nombrado por Piñera (el exintendente Juan Peribonio) y se mantiene como querellante.

Longueira no es un perseguido. Al revés: es uno de los beneficiados de la impunidad transversal por las boletas falsas. Y lejos de ser una conspiración “comunista”, el caso en su contra está acreditado por abrumadora evidencia, valorada como delictual por sucesivos fiscales y por un organismo transversal presidido por su propio sector político.

Longueira amenaza con querellas a fiscales, abogados y periodistas. El ministro del Interior, el UDI Víctor Pérez, declama que “yo soy amigo de Pablo Longueira, lo conozco hace más de 30 años y estoy seguro de que es absolutamente inocente”. Pero es frenado en seco por el vocero de gobierno, el también UDI Jaime Bellolio, quien le recuerda que “al gobierno no le corresponde decir si una persona es inocente o no. Eso les corresponde a los tribunales de justicia”.

Serán esos tribunales los que decidan si Longueira es o no culpable de un delito. Pero su responsabilidad ética y política en el caso SQM es inocultable, por más que trate de desviarla con descalificaciones, querellas y la ayuda de “amigos” poderosos.

Lo que le pasó a Longueira no es producto de alguna conspiración imaginaria, sino resultado de sus propios actos: haber beneficiado a un grupo económico con el que mantenía secretas relaciones financieras, en desmedro de los intereses de todos los chilenos.

Eso te pasó, Pablo.