Columna de Daniel Rodríguez: El lugar de la educación
Intencionalmente o no, los anuncios presidenciales sobre la eutanasia y el aborto – y los conflictos que desataron en la clase política - se llevaron buena parte del análisis de la cuenta pública. Pero vale la pena dedicarle algunos minutos a analizar los aspectos más específicos del discurso, específicamente en el ámbito educacional.
Una clave de lectura que permite entender la cuenta es el diálogo entre un conformismo contenido y el llamado de la tribu. El Presidente describe de forma algo descontextualizada algunos hitos ocurridos durante el año, intercalándolos con señales políticas a los grupos más afines en sus tiempos de diputado.
Si quizás esto puede ser políticamente inteligente, tiene el riesgo de sonar superficial y frívolo. A propósito, el Presidente evita entrar en la profundidad y complejidad de los problemas educacionales que enfrenta el país y que afectan a la población.
Respecto del conformismo, hay varios ejemplos. En el caso de la instalación de los Servicios Locales de Educación, el Presidente confirma su compromiso con no retrotraer la desmunicipalización, pero no entra en las dificultades que se enfrenta. Es cierto que la situación de Atacama es inusualmente grave y profunda, pero el hecho que sea una excepción no implica que no se repita. Afirma que se asegurarán que “todos los servicios locales tengan los recursos y la infraestructura necesaria para funcionar adecuadamente”, pero ello no solo es una simplificación, sino que no se condice con el proyecto de ley presentado y en tramitación.
Otro caso de conformismo es cuando el discurso afirma que no debemos “dejarnos llevar por el catastrofismo ni la improvisación”. Aunque ha habido progresos, hay muchas variables e indicadores que pueden calificarse si no de catastróficos, de muy graves. La suspensión de 80 días de clases en Atacama (aunque no solo ahí), las cifras de asistencia y deserción, las múltiples manifestaciones de violencia en los colegios y el aumento de las denuncias a la Superintendencia, las dificultades del proceso de matrícula bien entrado el año escolar y los muy bajos indicadores de aprendizaje agravado por la pandemia (Un Chile que Lee mostró que el 60% de los niños de 2do básico de la Región Metropolitana tiene un nivel muy bajo de comprensión lectora) son ejemplos. No queda claro qué querrá decir el Presidente con “improvisación”.
Respecto del llamado a la tribu, los ejemplos son dos. La condonación del Crédito con Garantía Estatal y el pago de la deuda histórica de los profesores son dos medidas que apuntan a mantener la confianza de los grupos de interés más fieles al proyecto político del gobierno. Y dado que los recursos son pocos y limitados, cumplir con estas promesas implica dejar de gastar cuantiosos recursos públicos en las urgencias educativas, dónde más se necesitan. Cómo esto es de público conocimiento, el discurso opta por el pensamiento mágico: nada de esto implicará recursos del Pacto Fiscal (curiosa acotación, cuando el bolsillo del Estado es uno solo). ¿Por qué el Presidente opta por dar certezas usando argumentos de fantasía? Los morosos del CAE y el Colegio de Profesores son peligrosos no por su capacidad de presión directa al gobierno, si no porque al desatenderlos, la coalición de gobierno se arriesga a que abandonen su lealtad a la administración por representantes políticos más radicales, algo que Lenin calificó como “la enfermedad del izquierdismo”. Estas promesas son hoy, como siempre, una solución a un problema electoral en época electoral.
Todo esto podría dejarse a analistas políticos expertos, pero no. Lo anterior es la manifestación de una tragedia, que consiste en que el dirigente que llegó al más alto cargo de la República enarbolando la educación como su principal bandera, decide en su hora más crítica, darle a esta un lugar marginal y un tratamiento frívolo, y lo que es peor, instrumental a objetivos políticos y electorales.
Por Daniel Rodríguez, director Ejecutivo de Acción Educar