Columna de Daniel Vercelli: Un pas(it)o adelante en la COP 29: avances insuficientes en un contexto geopolítico complejo
Aún está fresca en la memoria de quienes estuvimos en Bakú (Azerbaiyán), durante la reciente COP 29, la sensación de que la estantería estuvo a punto de caerse, desde el punto de vista de las negociaciones. Y si bien el proceso no se derrumbó -como se temió en algunos momentos-, los avances logrados fueron insuficientes ante la urgencia del desafío climático. Las negociaciones se desarrollaron en un contexto geopolítico internacional complejo, marcado por conflictos, tensiones y dudas sobre los incentivos del país anfitrión, lo que dificultó la cooperación multilateral.
A pesar de los problemas, hay algunos planes y compromisos que vale la pena destacar: Lo primero es el compromiso financiero: los países desarrollados se comprometieron a aportar al menos 300.000 millones de dólares anuales a las naciones en desarrollo para 2035, con el objetivo de alcanzar al menos 1,3 billones de dólares, incluyendo inversiones privadas. Este acuerdo, aunque criticado por ser insuficiente y llegar tarde, representa un avance en el financiamiento climático respecto de los 100.000 millones de dólares comprometidos previamente.
Segundo, las precisiones en el Artículo 6 del Acuerdo de París. Se puntualizaron las reglas para el funcionamiento del mercado global de carbono, un mecanismo que busca incentivar la reducción de emisiones e inversiones en proyectos sostenibles. Este acuerdo es un paso importante para la implementación completa del acuerdo.
Tercero, el programa de reducción de metano y el liderazgo de Chile en este ítem. Nuestro país impulsó una iniciativa regional para reducir las emisiones de metano a través de la gestión de residuos orgánicos, la cual recibió el apoyo de varios países de América Latina y el Caribe. El objetivo es cerrar vertederos ilegales y promover la economía circular, contribuyendo a la lucha contra el cambio climático.
Cuarto, los compromisos adquiridos por Reino Unido y México. El primero presentó su NDC (contribuciones determinadas a nivel nacional), con la meta de reducir sus emisiones en un 81% para 2035, en línea con el objetivo de limitar el calentamiento global a 1,5°C. México, por su parte, se comprometió a alcanzar las cero emisiones netas para 2050, poniéndose al día con el resto de los países del G20 que ya habían asumido ese compromiso. Estas declaraciones son ejemplos de las decisiones necesarias para enfrentar la crisis.
Desde la vereda de los actores no estatales, pudimos observar una agenda y compromiso que no se detienen, lo que se reflejó en la masiva asistencia que tuvo esta COP (más de 70.000 personas, la segunda COP más masiva después de la sostenida en Dubai el año pasado), pasando por el liderazgo de organizaciones como el Global Methane Hub, hasta empresas y líderes del mundo privado pidiendo a la presidencia de la COP sostener el más alto nivel de ambición, lo que se condice con una visión del desafío en un horizonte más largo que los períodos de duración de algunos gobiernos. En ese sentido, está ocurriendo de manera cada vez más notoria que las negociaciones entre países se transforman en un piso, y no en un techo, a la acción de los actores no estatales, llámese empresas, ciudades, coaliciones, entre otros. Esto genera loops de ambición en donde este grupo de actores evidencia que las ambiciones de los estados pudieran ser más altas, lo que a su vez provoca que, en la siguiente ronda, los estados se sientan respaldados por los actores no estatales y suban la vara de los acuerdos, y así sucesivamente.
Como reflexión final, la COP29 nos recuerda la complejidad de la acción climática y la dificultad de lograr acuerdos entre casi 200 partes con intereses diversos (pensemos en cuánto nos cuesta ponernos de acuerdo en una decisión al interior de un condominio o entre apoderados de un mismo colegio, y luego llevemos esas dificultades al plano internacional). La creciente influencia de China en las negociaciones y la incertidumbre generada por el regreso de Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos añaden nuevos desafíos a este proceso y al multilateralismo en general.
A pesar de los obstáculos, la COP29 demuestra que la comunidad internacional sigue comprometida con la lucha contra la crisis climática, en un proceso que pudo desmoronarse, pero que terminó más que manteniendo el pulso. Hoy estamos un poco mejor que antes de la COP29, aunque no exactamente donde muchos quisiéramos. En lo venidero, es fundamental que los países traduzcan sus compromisos en acciones concretas y que el sector privado refuerce su rol protagónico en la transición hacia un futuro sostenible. La COP30, que se celebrará en Brasil en 2025, será una nueva oportunidad para avanzar hacia un mundo más justo y resiliente al cambio climático.
Por Daniel Vercelli Baladrón, cofundador de Manuia Consultora y Ambition Loop, director de empresas