Columna de Daniela Lagos: Dead ringers, una clase magistral de Rachel Weisz
Al centro de esta miniserie de Amazon Prime Video está Rachel Weisz, en los roles de Beverly y Elliot Mantle, dos ginecólogas que sueñan con tener su propio centro para cambiar la investigación y la práctica del trato a las mujeres y los nacimientos. Es lo mejor de la producción.
En 1988, el director y guionista David Cronenberg estrenó Dead ringers, un thriller psicológico sobre dos hermanos gemelos ginecólogos (ambos interpretados por Jeremy Irons) que se aprovechan de distintas formas del hecho que nadie puede distinguirlos, y que llevan una danza aparentemente perfecta hasta que uno de ellos se enamora y todo empieza a cambiar.
25 años después, esta historia está de vuelta, en una miniserie de seis episodios estrenada en Amazon Prime Video, y que se mueve entre el drama, la comedia negra y el thriller, para volver a mirar esta producción desde una perspectiva totalmente actual, donde no sólo se cuenta una historia de abusos, drogadicción y locura, sino que se ponen en discusión temas como el estado actual de la industria de los nacimientos, los límites o falta de límites que tienen aquí las personas con muchísimo dinero, y los avances tecnológicos y médicos, y sus fronteras y dilemas morales.
Quien está al centro de todo esto es Rachel Weisz, en los roles de Beverly y Elliot Mantle, dos ginecólogas que sueñan con tener su propio centro para cambiar la investigación y la práctica del trato a las mujeres y los nacimientos.
Las hermanas lo hacen todo juntas y parecen adorarse y ser totalmente codependientes, a pesar de que una de ellas es una especie de ser salvaje, sin filtro y que sigue sus impulsos sin jamás detenerse, mientras la otra tiene una personalidad más introvertida y cauta.
Pero claro, algo tiene que hacer para que todo se desequilibre y en este caso son dos cosas: mientras por un lado están a punto de conseguir el financiamiento para iniciar su sueño, conocen (primero una y luego otra) a una paciente que se convierte en una amenaza para el bloque que parecía ser inseparable.
Si bien esta es una miniserie que no pasará a la historia, no por tener fallas enormes sino por quedar un poco en el montón, con escenas que se alargan sin llegar a un punto claro y momentos en que sería bueno algo más de tensión, además de un inicio innecesariamente sangriento; sí es absolutamente meritoria de ser vista, por los temas que plantea, el buen timing para ir mezclando distintos géneros y una propuesta artística interesante. Pero, por sobre todo, por la gran tarea que hace aquí Weisz.
Porque no se trata solamente de un acto de circo, de que esté bien hecha la coreografía y los efectos especiales, para que sea creíble ver en la mayoría de las escenas a las dos hermanas juntas, sino por lograr dos papeles llenos de detalles y diferencias, que hacen que nunca sea necesario que se explique quién es quién, porque es tan evidente.
Son las dos Weisz las que hacen que sea una serie inquietante, divertida, terrible y emocionante, todo al mismo tiempo.