Columna de Daniela Lagos: Tokyo Vice: choques culturales en el bajo mundo
Es una ficción llena de pausas y con largas escenas en silencio, que muestra una ciudad y un país con códigos y reglas muy distintas a las de Occidente. Una producción de HBO Max cuidada y con buenas actuaciones que no se apura en meterse en grandes escenas de acción sino que va desarrollando sus lugares y personajes.
En 1993, el estadounidense Jake Adelstein se convirtió en el primer periodista no japonés en ser contratado por el diario Yomiuri Shinbun, en ese momento el más grande del país. Ahí, durante 12 años, escribió sobre crimen en la ciudad de Tokio y en 2009 lanzó sus memorias, contando su vida y trabajo en Japón, y el encuentro con lo más peligroso de su sociedad.
Esa novela, que hace algunos años estuvo cerca de llegar al cine, finalmente fue adaptada para la pantalla chica y estrenada en HBO Max.
Ambientada en 1999, época dorada de la mafia japonesa, la serie tiene como protagonista a Ansel Elgort (Baby driver, West side story). Él se pone en la piel de Adelstein, un chico que está enfocado en su meta y que claramente se ha sumergido en la cultura japonesa. No sólo habla el idioma, sino que también lo lee y escribe. Come como un local, estudia aikido, se mueve por la ciudad con determinación.
Pero nada de eso impide que cuando logra su meta de entrar a trabajar a un prestigioso medio local, el choque cultural sea como si fuera contra una pared. “Gaijin” es la palabra con que muchas veces lo llaman y que significa “extranjero”. Le devuelven una y otra vez los artículos que entrega porque no se ciñen a las reglas -que incluyen no poner que hubo un asesinato mientras la policía no diga que fue así, a pesar de que hay un cuerpo con ocho puñaladas-, y su color de piel, pelo, ojos, y su altura, hacen que nunca pase desapercibido.
Con todo esto en contra, Adelstein está empeñado en prosperar e investigar el mundo criminal japonés, aunque eso pueda no sólo resultar difícil, sino que también muy peligroso, y esa es la historia que cuenta Tokyo vice, serie que tiene entre sus productores a Michael Mann y que apuesta por un estilo de cine negro en su tono y ritmo.
Es una ficción llena de pausas y con largas escenas en silencio, que muestra una ciudad y un país con códigos y reglas muy distintas a las de Occidente. Una producción cuidada y con buenas actuaciones que no se apura en meterse en grandes escenas de acción sino que va desarrollando sus lugares y personajes. Una historia en que el crimen y las narraciones del bajo mundo japonés son tan importantes como contar qué es lo que pasa cuando un extranjero intenta penetrar una cultura que parece no estar interesada en recibirlo, y la fijación de un chico por lograrlo de todas formas.