Columna de Daniela Sepúlveda y Fernando Reyes-Matta: Cinco desafíos mayores en política exterior
El ministro Alberto van Klaveren remarcó con claridad el énfasis de su tarea: “el encargo que nos ha hecho el Presidente es potenciar los elementos de continuidad que reflejan el alma de la política exterior chilena”. Sin embargo, prosiguió, hay elementos de cambio que es necesario seguir potenciando, como la política exterior feminista que “ha llegado para quedarse”, y otros asuntos de alto interés como la protección del medio ambiente y nuestros océanos, junto a las respectivas medidas de mitigación frente a la crisis climática internacional. Todo ello con una fuerte vocación multilateral. En ese contexto, cinco desafíos parecen marcar este segundo tiempo en el Ministerio de Relaciones Exteriores.
En primer lugar, el nuevo equipo tendrá que demostrar una gestión centralizada, sin salidas de libreto, sin agendas paralelas y sin competencias. Como se ha dicho, los últimos meses del Ministerio de Relaciones Exteriores fueron turbulentos, lo que muchas veces fue acompañado por una disociación entre las agendas priorizadas por cada autoridad. El nuevo equipo tendrá que corregir urgentemente esta debilidad. Las subsecretarias Gloria de la Fuente y Claudia Sanhueza tienen estilo y perfil a la estatura del desafío. Una narrativa fuerte y homogénea es un mensaje poderoso para la estructura interna, algo que la Cancillería requiere sin matices.
En segundo lugar, es necesario valorar y hacer visibles los avances del último año. Hay allí una plataforma sólida para la continuidad. La tragedia de la gestión de la ex canciller Urrejola es que su contundente agenda internacional se vio mermada por polémicas, imprecisiones y falta de un relato unificado entre las tres autoridades ministeriales. Afortunadamente, esto no opacó el reconocimiento, prestigio y estatus de Chile en el exterior. Entre los logros más significativos destacan la coalición para la protección de los océanos (iniciativa liderada por Chile y presentada por el Presidente Boric en la Cumbre de las Américas, en Estados Unidos), expresión de la denominada diplomacia turquesa (azul del mar, verde en tierra firme); las fructíferas negociaciones para el nuevo Acuerdo Marco entre Chile y la Unión Europea; la entrada en vigencia del TPP11; la elección de Chile como miembro del Consejo de Derechos Humanos para el periodo 2023-2025, con el más alto respaldo en la región; la mantención del Programa Visa Waiver entre Chile y Estados Unidos; el retorno de Chile como miembro pleno de CAF Banco de Desarrollo de América Latina; y, como sellos muy potentes, el anuncio de la política exterior feminista (a ser publicada próximamente) y la firme posición frente a la dictadura de Nicaragua, ofreciendo protección y acogida a sus víctimas. Todos estos logros no son accidentales, son parte de una estrategia, de una manera de pensar el futuro y el papel de Chile en la escena regional, global y multilateral, en un mundo cada vez más incierto y tumultuoso.
En tercer lugar, es preciso asumir que Chile vive hoy un momento político desde el cual se fortalece su proyección en el mundo. Hablamos de una relación propia del siglo XXI, entre la ciudadanía y el poder. El devenir del proceso constitucional y la capacidad de crear cauces con consultas frecuentes a la ciudadanía son expresión coherente con lo dicho por el Presidente Boric en Naciones Unidas. Aquello que un influyente medio internacional remarcó al decir que el líder más joven “hizo sonar la alarma sobre el riesgo de disturbios sociales, recordando a sus colegas más experimentados reunidos en las Naciones Unidas que el descontento que estalló localmente puede repetirse en todo el mundo”. Desde los 75 años de la Declaración de los Derechos Humanos, donde Chile jugó un papel determinante, surge el desafío de practicar una diplomacia que, respetando la diversidad política, se juega por la democracia y la calidad de vida como referentes irrenunciables para este siglo.
En cuanto lugar, es urgente hacer política exterior desde las derivaciones que la denominada Era Digital tiene para nuestro desarrollo. Hay reformulaciones profundas en el comercio mundial, con impactos trenzados con la compleja geopolítica global. Al mismo tiempo, hay que incluir otros enfoques para el quehacer industrial, donde la participación de Chile puede ser potente en recursos para el desarrollo sustentable. Una oportunidad para potenciar estos temas es la Cumbre del Futuro, convocada por Naciones Unidas para el 2024, una instancia donde Chile tiene muchos méritos, impulsados de manera transversal, para contribuir con ideas desde la innovación y nuestros talentos. Allí, la interculturalidad e interseccionalidad deben ser referentes de cómo el país entiende sus interacciones con otros en el mundo.
Finalmente, es importante consolidar la relación de la política exterior con la sociedad y las audiencias internas. A la diplomacia le cabe la tarea de proyectar al país más allá de las fronteras nacionales. En este contexto, cuando se cometen errores, las audiencias internas son las más críticas y severas. El éxito de la política exterior se correlaciona directamente con la percepción, aceptación, reconocimiento y transversalidad lograda en la política nacional. Somos afuera el reflejo de lo que nuestros consensos logran adentro.
Por Daniela Sepúlveda, directora Fundación Nueva Política Exterior, y Fernando Reyes-Matta, ex embajador y académico UNAB