Columna de Diana Aurenque: Lo personal y lo político: bien juntos
Tan mal entendido el lema epocal del feminismo: “lo personal es político”. Mal comprendido, por creer que lo personal se refiere a lo biográfico, a los conflictos privados como algo público -y volverse máscara de venganzas-. Pero bien comprendido, el lema decía otra cosa: que los asuntos domésticos, lo del hogar, han sido por siglos de total desprotección estatal y silencio político. Eso, mientras las cuestiones públicas eran expresadas -generalmente por políticos- en grandilocuencias retóricas sobre igualdad, libertad o crecimiento económico, y jamás reconociendo la labor de la mujer como cuidadora de hijos, maridos y otros; menos su habilidad acrobática en la administración financiera.
Hay otra forma errada de comprender la relación entre lo personal y lo político. Más allá de las tensiones entre feminismos y antifeminismos, o derecha(s) e izquierda(s). Tiene que ver con la autocomplacencia de las propias creencias; en la seguridad existencial (emocional) de estar convenido “a morir” de lo que se piensa -y que embauca a mirar por sobre el hombro al otro, o, a despreciarlo-. A veces, quien está convencido de sus “verdades” se autolegitima al enjuiciar y denostar al otro que, sea por sus valores o acciones, molestan, y nos dan ocasión para elevarnos “mejores”: más correctos, consecuentes, o valientes.
Hay pobreza en esa estilización heroica de uno. Todos lo hemos sido y los que no, podrían serlo. Pobre, porque olvida que no es el ego, con sus demandas narcisistas, lo que de verdad es importante cuando se trata de convivir juntos en clave “bonita”. Pero rica, cuando reconoce que ese mismo ego, con todos sus traumas, desconfianzas y miedos, se olvida de sí, y cruza los puentes que antes dividían, para acercarse en torno a aquello otro, más grande y desinteresado que, al final, une emocionándonos juntos.
Faltantes los tótems o fetiches que antes no unían y dividían -Dios, trabajo o ideología-, hay también los pequeños-grandes momentos que trascienden lo personal en político. Hace poco lo viví de nuevo, donde lo personal fue político a la vez. Cristián Warnken y yo, ambos semejantes en nuestros amores por la poesía, la filosofía y por su divulgación masiva, distintos en “un” momento político particular (apruebo/rechazo), pero análogos en comprometernos por lo que sea encontramos “mejor” para el país, presentamos el último poemario de Pablo Mackenna -quien también, a su modo, lo ha intentado por décadas.
La experiencia fue extraordinaria. No solo porque los poemas de Pablo son notables y con una sensibilidad distinta a los anteriores, o porque el comentario de Cristián los iluminó poéticamente con diálogos imaginarios, sino porque eso tan singularísimo y universal que es un poema, se tomó el espacio entero: más allá de morales, políticas, diferencias, y, lo mejor, prejuicios, la poesía nos co-invito cordiales (cordis-corazón). Y fue la presentación de una obra lo que al final del día, resonó y convoco comunidad -Nietzsche y Heidegger tan bien sabían, como Parra o Zambrano, era tarea del poeta-. Con una obra que no nos hermana siempre con ideas, pero sí con las pasiones que laten siempre como razones que son siempre, aprendemos, personales y políticas a la vez.
Por Diana Aurenque, filósofa Universidad de Santiago de Chile
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