Columna de Diana Aurenque: Modernizar TVN y el rol de medios públicos

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“No veo TV” -eso es algo que muchos dicen, sobre todo los jóvenes. Las razones son múltiples: proliferación de plataformas digitales de entretención e información, abundante publicidad, aumento de la desconfianza hacia la televisión abierta, etc. No obstante, ayer La Moneda dio a conocer algunas indicaciones al Proyecto de Ley que moderniza TVN. La ministra Camila Vallejo señaló que, entre las indicaciones destacan: crear un endowment o fondo patrimonial, implementar un sistema de financiamiento mixto, una radio pública, etc. Esto permitiría salir de la paradójica situación en la que está el canal, pues pese a ser público, debe financiarse a través del avisaje y compite en condiciones desiguales por el rating.

Pero, ¿precisamos de medios públicos? Más que nunca. Pensemos en la labor periodística. En una era como ésta, que rinde culto a la inmediatez de la comunicación y al acceso a la información, una era obstinadamente presentista y exhibicionista, nos hallamos en medio de un torbellino confuso, imparable de acontecimientos que se vuelven noticias por ser escandalosas, pero sin claridad sobre su relevancia. Como señala Daniel Matamala, un periodista con clara vocación por lo público: “Los medios de comunicación estamos al debe en nuestra responsabilidad de desmontar mentiras e informar los asuntos públicos de manera clara y comprensible”. En tiempos de fake news y teorías conspirativas, y de la cada vez más estrecha y problemática relación entre política y espectáculo, se requieren medios que cumplan con los más altos estándares de calidad y con fuerte ética periodística.

Los temas públicos requieren de mucha ética. Heidegger desconfiaba de lo público -y del periodismo- porque para él, la radio y el cine (o TV) eran “maquinarias” que hacen de todo algo disponible e indiferenciado; con ello “establecen y controlan lo público”; no estimulan el pensar, sino que “provocan” una “homogenización” de los puntos de vista que “distrae” al ser humano. Pero es desde la crítica de Heidegger que podemos comprender lo que debe seguir una ética pública: ella debe velar porque la opinión pública no sea una voz irreflexiva o manipulada, sin individualidad ni capacidad crítica.

Ningún país conoce mejor que Alemania los efectos horrorosos que puede tener que los medios de comunicación queden al servicio de un gobierno determinado. Quizás por eso en Alemania, cada hogar paga 18,36 euros al mes (aprox. $220.000 anuales), y se destina a financiar diversos medios de radiodifusión pública. Se trata de un fondo permanente independiente de los gobiernos de turno, y que permite generar contenidos sobre política, sociedad, ciencia y cultura, etc.

A algo similar apunta la modernización de TVN, pero que solo será realidad si cuenta con un financiamiento estable y autónomo de las voluntades cambiantes de quienes gobiernen. Una mejor TV pública no puede garantizar una mejor sociedad, pero es una forma importante para seguir comprendiendo que lo público y lo estatal no son propiedad de quienes ostentan transitoriamente el poder, sino que es de todos los chilenos: como TVN.

Por Diana Aurenque, filósofa Universidad de Santiago de Chile

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