Columna de Diego Navarrete: Día de los muertos: Chile en el purgatorio
El 1 de noviembre se celebra el día de los muertos -de todos los santos-. Esta festividad, propia de la tradición católica, celebra a las almas que han superado el purgatorio y disfrutan de la vida eterna. Halloween, de hecho, viene de la expresión “All Hollows Eve”, la tarde que antecede a la celebración. Da para pensar si en Chile estamos para celebrar. Más bien, parece que llevamos un tiempo atrapados en el purgatorio -un estado transitorio de purificación y expiación-, que Dante imaginaba como una montaña que se escala enfrentando los propios vicios, y sirve una función de reflexión y arrepentimiento. Es una buena imagen para entender el estado de ánimo del país durante los cinco años posteriores al estallido de octubre 2019: un ethos de purgatorio.
Más que rediagnosticar ese momento, lo interesante es entender qué hemos hecho a partir de él. Sobre las causas se dijo mucho y, considerando la fragmentación de emociones y demandas que hubo en ese entonces, es posible que todas tengan una parte de verdad: una sensación ciudadana de maltrato institucional y desconfianza en las instituciones, abusos de los poderes económicos y la paradoja del bienestar, todo ello sumado a reivindicaciones identitarias, una subjetividad desatada y -algo ya aceptado- el ánimo destructivo de ciertos grupos.
La pregunta es si en los últimos cinco años hemos podido reflexionar sobre estas cuestiones y esbozar una respuesta común. Dicho de otra forma, si hemos logrado volver a mirarnos, entendernos y ofrecer propuestas con espíritu aglutinador. No ha sido así. Los remedios han resultado igual que la enfermedad: proyectos constitucionales maximalistas que no representan un mínimo común; un discurso público cada vez más descalificador y vacío de sentido, y una parálisis legislativa respecto de cualquier cosa que suponga un acuerdo relevante en salud, educación, pensiones o sistema político. Se ha hecho política sobre acusaciones y el escándalo de turno.
Esto trae consigo una sensación de sinsentido. Y estas elecciones fueron manifestación de este estado de ánimo. Las elecciones son, usualmente, momentos de cambio, promesas y esperanza. Sin embargo, la propuesta de los partidos durante el último proceso electoral se construyó más bien sobre la lógica del desalojo. El cambio y la alternancia ya no como una oportunidad para un proyecto distinto, sino como castigo a los que están a cargo. Un referéndum sobre corrupción o ineficacia, que solo contribuye, como advertía Judt, a la construcción de comunidades cerradas que buscan mantener fuera a los opositores, más que construir un proyecto común.
En el purgatorio de Dante, las almas ya están salvadas, aunque deban someterse a la montaña. Quizás nuestros políticos, equivocadamente, creen que el crédito institucional ganado en los treinta años asegura una salida. Lo que olvidan, es que los excomulgados y los que se arrepentían tardíamente, debían esperar hasta treinta veces el tiempo de su demora antes de poder pasar por el purgatorio. No estoy seguro de que tengamos tanto tiempo.
Por Diego Navarrete, abogado
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