Columna de Emilia Schneider: El Frente Amplio no es woke
En los últimos meses, se ha vuelto común escuchar en el debate político sobre la llamada “izquierda woke”, refiriéndose a partidos de izquierdas y progresistas que supuestamente habrían abandonado las causas universales y de mayorías por agendas de nichos y grupos minoritarios basadas en luchas identitarias. Aunque esta crítica puede tener cierta validez, resulta insuficiente para explicar el avance de la ultraderecha en el mundo y en Chile. Lo que definitivamente no tiene fundamento es afirmar que el Frente Amplio es woke.
Nuestro partido surge de los movimientos sociales, exigiendo transformaciones en la educación, la seguridad social y la salud, con el objetivo de avanzar hacia derechos sociales universales. El fin de las AFP y la lucha contra la educación de mercado son nuestros pilares fundacionales, debates que interpelan a toda la sociedad y están directamente vinculados al bienestar económico de los chilenos y chilenas que aún sufren los abusos de un sistema injusto. Como una izquierda del siglo XXI, hemos abrazado y sido parte de las luchas feministas, ecologistas y de las diversidades sexuales, entre otras, ampliando nuestros horizontes y reafirmando nuestro compromiso con la libertad, el cambio en el modelo de desarrollo y una democracia profunda.
Cuando insistimos en un pacto fiscal y una mejor distribución de la riqueza, en una reforma de pensiones que cambie la vida de los actuales jubilados, o en el fin de las deudas educativas, estamos materializando nuestro compromiso con la conquista de derechos sociales. Esta ha sido y sigue siendo nuestra estrategia central para que, en el futuro, Chile sea un país más justo donde el mercado no domine todos los aspectos de nuestras vidas.
Es poco creíble sostener que, por abrazar luchas que amplían nuestro campo de acción y audiencia, un partido abandona sus prioridades. Además, es absurdo afirmar que las mujeres, que representan la mitad de nuestra población, o los grupos como las diversidades sexuales y los pueblos indígenas, no se ven interpelados por los grandes debates como la seguridad social. Los grupos históricamente discriminados también son trabajadores, ciudadanos y estudiantes. Buscar en estas luchas la explicación para el avance de la ultraderecha es buscar excusas, usarnos como chivo expiatorio y evitar la autocrítica necesaria.
El avance de la ultraderecha tiene más que ver con la falta de un proyecto de futuro concreto que todas las izquierdas y progresismos padecen tras el agotamiento de las socialdemocracias y el neoliberalismo, junto con la caída de los grandes relatos del siglo XX. No hemos sido capaces de convocar a las mayorías a un proyecto alternativo, pero hoy, en la unidad de las fuerzas progresistas, hay una posibilidad concreta de cambiar esta tendencia. En Chile, podemos tener buenas noticias si avanzamos juntos, sin caricaturas, y con un programa de cambios audaz para mejorar la vida de los chilenos y chilenas. Esa es nuestra vocación como Frente Amplio.
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