Columna de Ernesto Ottone: 2025, nuevo desafío a la democracia

2025, nuevo desafío a la democracia
2025, nuevo desafío a la democracia. Reuters


Mientras nos abrazábamos deseándonos felicidades, con emoción y esperanza, lanzábamos fuegos artificiales y descorchabamos botellas, la fase inquietante, dura, guerrera que atraviesa el mundo no se detuvo ni por un instante. Prosiguieron los combates en Ucrania. Las olas interminables de soldados rusos apoyados por los “voluntarios” coreanos, quienes mueren sin saber por qué diablos les tocó un destino tan raro, parecen eternas. La resistencia ucraniana está golpeada, los recursos y los apoyos con que cuenta Ucrania se debilitan, poco sabemos si habrá alguna justicia en los eventuales acuerdos de paz, si es que los hay. Putin pareciera no tener prisa.

En Medio Oriente las bombas siguen cayendo sobre Gaza, el devastador ataque de Hamas a Israel en 2023 ha tenido como respuesta una operación militar que ha producido 45.000 víctimas civiles. Existen hoy seis frentes bélicos en la región, Israel, Yemen, Líbano, Siria, Cisjordania, Turquía e Irán. Rusia salió trasquilada de Siria y Estados Unidos participa sólo en segunda fila. Los viejos equilibrios han sido abollados y el conflicto geopolítico se ha profundizado y resulta cada vez más incierto.

Trump todavía no asume la presidencia de Estados Unidos, pero sus amenazas ya las ha expresado: enormes aranceles comerciales para China y Europa; expulsión de migrantes en cantidades que parecería imposible de realizar sin desgarros sociales; una imposible alza al 5% del PIB en las contribuciones europeas a la OTAN; retiro de Estados Unidos en los esfuerzos por detener el cambio climático; recuperación del Canal de Panamá, y una compra más bien hostil de Groenlandia a Dinamarca, a la que Dinamarca ya ha dicho no, son planteamientos rudos que abren un gran punto interrogativo sobre la situación política que enfrentará el mundo este año.

Quién sabe si son los rugidos de un viejo león para ser temido o un tejo pasado para después negociar lo que realmente desea obtener de manera más realista y menos agresiva. En todo caso no ayuda a calmar los ánimos.

Pero lo más grave desde un punto de vista estratégico, como lo ha subrayado el pensador italiano Ezio Mauro, es que en este contexto surge una nueva especie política capaz de condicionar a todo el mundo democrático, influir directamente en su naturaleza y en su fisionomía y determinar sus decisiones. El sistema democrático pareciera estar extenuado en este escenario. Nuevos sujetos sociales invaden el terreno político, saltándose el cursus honorum de la tradición y el aprendizaje, el voto y el consenso popular, armados de un poder personal desarrollado en un mundo paralelo, extraño a la gestión de la cosa pública y de las instituciones y dispuestos a traducirlo en autoridad política en la cabina de mando de los países.

Estamos hablando en primerísimo lugar de Elon Musk y sus amigos, geniales innovadores, multimillonarios a la cabeza de tecnologías de punta y sin límites en sus ambiciones, que han pasado del mundo privado al público, sin ninguna duda, completamente convencidos de poseer verdades válidas para resolver la complejidad social. Han entrado al campo de la política, dotados de la certeza de ser los mejores para diseñar el futuro y el recorrido de la humanidad en el futuro. Como una élite dorada, como dioses del Olimpo que moverán sin falla el destino de los simples mortales.

Algunos de ellos en el pasado veían en su liderazgo innovativo una herramienta capaz de fortalecer la democracia, pero eso quedó atrás. Fueron sueños de juventud en Silicón Valley. Como la carne es débil y la codicia es grande, muchos de ellos terminaron siguiendo el camino de las hiper ganancias, el desprecio por las reglas públicas y le perdieron todo afecto a la democracia liberal. Finalmente encontraron en Trump un político bizarro que les abre las puertas de lo público a través de un populismo de extrema derecha.

En este terreno, el liderazgo de Musk no tiene contrapesos, ha resumido su pensamiento en el nombre de “tech- right”, tecno- derecha, y bajo esa bandera esta nueva especie entra de lleno a la toma de decisiones públicas, para ello tiene los medios tecnológicos y dinero que en el caso de Musk es equivalente a todo el PIB de un país como Portugal. Es omnipotente en las redes sociales y Trump lo ha puesto en el corazón de su gobierno para hacer saltar la mesa y ojalá romper la capacidad de check and balance de la democracia estadounidense al mismo tiempo de generar una internacional tecno derechista en Occidente con los Milei, las Meloni y los Orban de este mundo y quizás lo más grave como señal, apoyando a la AFD en Alemania.

Se trata de tensionar el Estado de Derecho, minimizar el control ciudadano, establecer, más que un gobierno democrático, una jefatura de gran vitalidad que ejerza un poder vertical, sin historia, sin memoria, sin mediaciones. Se trata del desfase acelerado entre modernidad instrumental y modernidad normativa, la disociación entre un híper libertarismo anárquico en la economía y el sistema democrático liberal rompiendo así el núcleo histórico de los valores democráticos que exige el respeto a sus reglas e instituciones y protege los derechos que tutelan al individuo, que favorece los cuerpos sociales, impulsa el debate público y la inclusión de los más vulnerables.

Aspiran a un mundo donde la democracia sea superada por un populismo autoritario libertario e individualista que competirá y coexistirá peligrosamente al mismo tiempo con los populismos autoritarios de izquierda y con dictaduras de diferente orientación. En ese mundo ellos reemplazarían a la democracia liberal. Se conformaría así un mundo carente de sujetos políticos verdaderos, lejos de los sueños de los padres políticos e intelectuales de la democracia moderna.

¿Es este un destino inevitable, al que no podremos escapar?

Espero que no, la democracia ha mostrado una gran capacidad de resiliencia frente a peligros como este y ha encontrado vigor y capacidad de resistencia para que ello no suceda, pero se requiere un esfuerzo muy grande, y una gran lucidez sobre la magnitud de este desafío.

En este contexto tan decisivo para el futuro debemos tener conciencia que 2025 en Chile es un año electoral. Existe una gran responsabilidad para los demócratas tanto de centro derecha como de centro izquierda para asegurar que esta ola negativa tan fuerte en el mundo no nos sumerja, que los émulos locales de ese proyecto no prevalezcan. Es necesario para ello generar una adversariedad democrática con capacidad de consensos básicos para que, independientemente de cuál sea la orientación vencedora en las elecciones, el país logre mantener su democracia contra viento y marea y desarrolle también los acuerdos necesarios para salir de su prolongado estancamiento económico, sea capaz de combatir la criminalidad que genera la inseguridad ciudadana y avance generando un mayor bienestar social compartido, tal como lo logramos hacer durante años cuando superamos la dictadura y retomamos el camino democrático.

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