Columna de Ernesto Ottone: América Latina a la distancia

Rodrigo Abd


Desde París, donde escribo estas líneas, las noticias que se conocen de nuestra región son muy escasas, salvo, por cierto, el triunfo de Argentina en el mundial de fútbol, en ese espléndido final frente a Francia.

Aquí los franceses quedaron tristes, pero con una tristeza contenida, que se combina con las bajas temperaturas de este invierno, los días lluviosos y muchos días en que el cielo tiene un color grisáceo, pero que no alcanza a menoscabar la belleza que envuelve a su arquitectura y a sus magníficos espacios urbanos.

Con razón el presidente François Mitterrand cuando le preguntaron de qué color era París, no dudó un instante en decir “gris”.

Concluido el mundial de fútbol, que ya hoy parece lejano, las noticias continuaron concentrándose en su mayor parte en la invasión rusa a Ucrania. Es que en verdad, estando acá, se siente mucho más la cercanía de la guerra, la destrucción, el número de muertos de cada día, la tragedia sin fin en un mismo espacio geográfico.

Ucrania tiene una historia difícil, compleja y hasta veleidosa en su relación con Europa, pero hoy se ha convertido en un símbolo europeo no solo como realidad geográfica sino como portador de los valores que ella encarna desde el fin de la guerra mundial y lo ha ganado a través de un espíritu de resistencia increíble a la lógica imperial decimonónica de la Rusia de Putin.

Chile no se extravió en condenar tal invasión y es motivo de orgullo, porque solo al momento confuso y triste que atraviesa la región explica como varios de quienes conforman el elenco gobernante de América Latina, espero que sin ninguna relación con el llamado “no alineamiento activo”, jugaron a ser aprendices de brujos y tomaron posiciones ajenas a la condena de la invasión, reaccionando con posiciones ambiguas o neutras.

Por supuesto apoyaron a Rusia las dictaduras de la región: Cuba, Venezuela y Nicaragua, pero también algunos populismos que siguen viviendo en la antigua guerra fría y hasta piensan que el régimen oligárquico de Putin, por ser antiamericano es progresista. Pero también Bolsonaro, hombre de extrema derecha, viudo de Trump y admirador de Putin hizo lo que es usual en su conducta: decir sandeces.

Es curioso que Putin en Europa apoya a los populismos de ultra derecha y en América Latina a los populismos radicales de izquierda, aunque pensándolo bien tiene una lógica de fierro, él apoya todo lo que debilite al sistema democrático.

Nuestra América Latina debiera estar por el respeto al Derecho Internacional y la defensa de las democracias por imperfectas que estas sean.

Nuestro lugar está en Occidente, a partir de nuestros valores fundacionales e históricos, incluyendo el mestizaje y el sincretismo intercultural, resulta un gesto idiota negar esa realidad, somos querámoslo o no el extremo Occidente, como señala Alain Rouquié.

Poco ruido ha hecho por aquí la situación por la que atraviesa Perú, aunque fue noticia el autogolpe de Estado realizado por el ex presidente Pedro Castillo, después de un mandato presidencial tan inútil como peligroso, indescifrable, pintoresco, etéreo, sin orientación conocida, por el cual pasaron numerosos ministros y ministras, de distintos colores políticos, algunos nacionalistas y otros internacionalistas, cuya obra nadie conoció porque duraron demasiado poco.

Fue declarado por el Parlamento en “permanente incapacidad moral”, concepto quizás demasiado elaborado, bastaba con decir incapacidad “tout court”,

Se ha hablado también de corrupción. El Parlamento, que tampoco es un crisol de virtudes republicanas, actuó en esta ocasión legalmente frente al autogolpe.

Tampoco en esta oportunidad faltaron los jefes de Estado Latinoamericanos que apoyaron el autogolpe sólo por solidaridad ideológica, aunque la ideología de Castillo era bastante misteriosa, profundamente enigmática y algo volátil, de haber existido.

Desde hace rato que Perú camina casi sin sistema político; su economía ha crecido y riquezas tiene, pero la desigualdad es grande y la pobreza social y territorial se mantiene alta. Los partidos políticos están fragmentados y en manos de caudillos y sus presidentes suelen terminar muy mal.

Sin embargo, no podemos considerar a Perú como una excepción. Los fenómenos descritos están presentes en toda la región de manera más o menos aguda.

Nadie en América Latina podría arrojar la primera piedra. En todos los países se ha tendido a agravar la crisis de las instituciones democráticas, ha aumentado la pobreza y la desigualdad, la inseguridad ciudadana y el aumento de la criminalidad existe en todas partes. Si bien los latinoamericanos somos el 8,6% de la población mundial, un tercio de los crímenes en el mundo tienen lugar en nuestra región.

Estamos lejos del período de bonanza que concluyó en el 2013. Como señala el último Balance Preliminar de las economías de América Latina y el Caribe de Cepal “en la década de 2014—2023 la región experimentará un crecimiento menor incluso que el de la década perdida de la crisis de la deuda”, que tuvo lugar en los años ochenta.

El esfuerzo que debemos hacer para salir de esta crisis regional prolongada, por cierto agravada por la pandemia, será enorme.

La retórica populista, sea del color que sea, ha mostrado una incapacidad total para conjugar más crecimiento, mas igualdad

Y más libertad individual. Los tres elementos que John Maynard Keynes, definió como “el problema político de la humanidad”.

De Chile casi no se habla, quizás no es mala señal después de todo.

Solo se ha hecho mención a la terrible tragedia forestal y urbana ocurrida en Viña del Mar que nos muestra una vez más las carencias y fragilidades de nuestro desarrollo urbano nacional, del estancamiento en materia de viviendas, que hacen a los más vulnerables, víctimas de las catástrofes naturales o provocadas.

En comparación con la gran mayoría de países de la región, Chile conserva muchas ventajas acumuladas a través de años de esfuerzo. Pero ese avance depende de un impulso permanente, del buen gobierno, de una mejor práctica política, de más cooperación que conflicto. Si no retomamos ese camino, las situaciones más negativas que vemos en nuestro alrededor, podrían llegar a decirnos la frase de Horacio “De te fabula narratur” (de ti habla este relato).