Columna de Ernesto Ottone: Europa estupefacta

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He estado todo el mes de febrero en París, observando la situación europea, lo que no significa tener de por sí ventajas informativas, pues como bien sabemos el espacio en nuestro tiempo se ha reducido y los sucesos los conocemos en directo prácticamente en todo el mundo. La única ventaja de estar un tiempo más prolongado en un lugar es poder escuchar a la gente, registrar reacciones de expertos e inexpertos, captar un cierto ánimo recorriendo una ciudad cosmopolita, conversar con amigos y colegas que tienen visiones diferentes del mundo, sentir aquello que va más allá de la imagen y la lectura.

Nunca en decenas de años que he vivido viajando, trabajando en organismos internacionales y en universidades europeas había visto una Europa estupefacta ante los acontecimientos.

Europa es una región donde la historia de la humanidad ha dejado huellas muy profundas, un espacio civilizatorio central, una región que concentra gran parte del patrimonio cultural mundial, que ha pasado por hitos muy altos del arte y de creatividad humana, ha sido el centro también de la modernidad, de las ciencias del humanismo y al mismo tiempo tierra de guerras atroces, de abusos de colonialismo y de genocidio.

Después de la Segunda Guerra mundial su prosperidad se desarrolló enormemente. El viejo continente adquirió vida y sentido de futuro con paz y bienestar. No se equivocaba Ángela Merkel cuando señaló que Europa era el 7% de la humanidad, el 25% del PIB de la economía mundial, y el 50% en el gasto social, el gasto para el bienestar de su población.

No solo Estados Unidos aparecía con su riqueza como la tierra prometida, también Europa comenzó a serlo y lo es al menos hasta ahora.

Hoy, sin embargo, la elección de Donald Trump hizo que un país con el cual Europa ha compartido valores y solidaridades se alejara de ella de una manera agresiva. Se sabía que el nuevo presidente no simpatizaba con Europa, pero la actitud de estas primeras semanas la ha dejado estupefacta, atónita, en estado de shock, sin conducta. Recién comienza a darse cuenta de la gravedad de lo que está ocurriendo.

Hace muy pocos días el economista italiano Mario Draghi, quien dirigió el Banco Central Europeo y el gobierno de Italia se ha dirigido a los gobernantes de la Unión Europea para decirles, siendo él un hombre sereno, casi con desesperación “do something”(¡hagan algo!) , para abandonar el actual vacío, la ansiedad que está en el aire, que se respira en la atmósfera en París, Roma, Madrid, ni que hablar de Berlín y las otras capitales.

Sin embargo, la realidad es engañosa, las calles de París y sus monumentos, la increíble catedral de Notre Dame rescatada con gusto y respeto a la historia luce esplendorosa, miles de turistas recorren la ciudad, la vida parece transcurrir con una sorprendente tranquilidad, pero la procesión va por dentro. Esa calma es solo aparente, en sus habitantes hay nerviosismo y crecen los miedos.

Las palabras con las que Trump y Musk se refieren al viejo continente son de desprecio. Apoyan abiertamente los populismos de extrema derecha, culpan a Ucrania por haber sido invadida, negocian el futuro con Putin sin consultar a sus aliados de siempre y la palabra democracia no la pronuncian ni por error, la institucionalidad multilateral es abandonada como algo inútil.

Zelensky resulta ser un dictador y Putin una víctima, Ucrania debe pagar el apoyo militar de Estados Unidos de manera abusiva. Si no se logra un acuerdo Musk ha amenazado con quitar Starlink, con lo que Kiev podría ser bombardeada a gusto.

Europa corre el riesgo de ocuparse por entero de su propia defensa frente a las grandes dictaduras.

Un nuevo mundo geopolítico se diseña, donde los valores democráticos, los derechos humanos, todo aquello que en algún momento encarnó Occidente tiende a perder su valor.

Los años treinta del siglo XX reaparecen amenazantes con la diferencia que la democracia más poderosa está dirigida hoy por un presidente que no tiene convicciones democráticas, sus ideas no tienen otra concepción del mundo que el dominio de su país en todos los planos, todo es negociación con el lenguaje de la fuerza y la amenaza, se siente más cómodo con la potencia imperial de Putin que con la Europa de las reglas democráticas. Ya veremos cómo competirá con China, será de manera ruda seguro de que ganará “el más mejor” como dijo un notable deportista chileno.

La India dirigida por Modi resulta una incógnita en este cuadro. El resto está llamado a disciplinarse con cuidado de no hacerle enojar, ni discutir aranceles y sus ambiciones territoriales ni tampoco el traslado de poblaciones enteras para construir un balneario. Así como los caballeros no tienen memoria, para él los países no tienen historia.

Durante el mes de febrero se realizó la reunión en España de los partidos de ultraderecha, Musk viajó a Alemania para alentar al partido neonazi, en la reunión de seguridad de Múnich, el vicepresidente J.D. Vance atacó las democracias europeas a tal punto que el ministro alemán Pistorius tuvo que responderle de manera serena pero firme que ello era inaceptable.

En la reunión de los partidos conservadores Acción Política Conservadora celebrada en Harbor, Maryland también en febrero, Bannon instó a la audiencia a” luchar, luchar, luchar” al tiempo que hacía el saludo nazi.

Este descarado sinceramiento fue aplaudido por la audiencia y llevó a que Jordan Bardella, presidente del partido de Marine Le Pen de Francia renunciara a presentar su discurso como signo de protesta. Georgia Meloni no fue capaz de hacer lo mismo.

El activismo desatado de Trump y sus adláteres, que poco tienen que ver con el conservadurismo democrático histórico tampoco se parece en nada al debate democrático.

Vivimos un terremoto geopolítico en que las fuerzas democráticas están totalmente a la defensiva, tanto en sus expresiones de centro derecha como en las de centro izquierda, lo que está en peligro es la vigencia de las reglas democráticas como forma de convivencia, toda la construcción político cultural que comenzó con el siglo de las luces, la fundación de Estados Unidos y la representación democrática en Gran Bretaña sin las cuales los países latinoamericanos, nuestros países, no habrían tenido su precoz formación como países independientes.

Lo que está en juego no solo para Europa, que recién comienza a moverse y a reaccionar para poner límites a la ofensiva trumpiana, si no, también para nosotros en Chile son los valores que hemos logrado construir y en ocasiones reponer frente a la violencia y el autoritarismo tanto de la ultraderecha como de la ultraizquierda. Ojalá predomine en Europa el instinto de salvar su acumulación civilizatoria para lo cual deberá superar sus graves divisiones que la han debilitado.

Los demócratas en Chile deben observar con atención lo que sucede en el mundo, porque la bestia autoritaria también respira en nuestra geografía y hacer votos porque lo mejor de la historia estadounidense tenga fuerza para contener la peligrosa alianza entre prepotencia nacionalista y la brutalidad tecnocrática que hoy está en acción.

Por Ernesto Ottone, sociólogo y doctor en ciencias políticas.

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