Columna de Ernesto Treviño: Aprendizaje, pandemia y oportunidades para el país

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Los resultados del Simce 2022 sugieren que la pandemia tuvo un efecto negativo importante en los aprendizajes de matemática, aunque no en lectura. En términos globales, la pandemia no tuvo los efectos catastróficos que se preveían dado el alto número de días sin clases presenciales y las dificultades para proveer conexión a Internet a docentes y estudiantes a lo largo del país.

Pareciera ser que el esfuerzo de familias, docentes y comunidades escolares, combinadas con las medidas de flexibilización del gobierno anterior permitieron paliar las consecuencias de la pandemia en los aprendizajes.

El escenario educativo actual es similar al de otros países desarrollados, como es el caso de Estados Unidos. Si bien la situación educativa está lejos de ser catastrófica como se anticipaba por la pérdida de clases, sí ofrece grandes oportunidades para recuperar al sistema escolar transformándolo en un espacio para acunar y promover los distintos talentos y las capacidades de niños, niñas y adolescentes independientemente de su origen social.

La transformación encarna, al menos, cuatro elementos de flexibilización y confianza en los actores educativos. En primer lugar, implica continuar por un financiamiento por matrícula y avanzar hacia reglas de ejecución presupuestaria que permitan una mayor autonomía en el uso de recursos a los sostenedores públicos y subvencionados.

En segundo lugar, se debe avanzar en la priorización curricular con lógica interdisciplinar de forma que se promuevan métodos de enseñanza donde los estudiantes son protagonistas al tratar de comprender fenómenos y resolver problemas reales usando herramientas y conocimientos de todas las disciplinas.

En tercer lugar, es necesario crear redes de colaboración entre docentes y escuelas en los territorios para mejorar continuamente sus prácticas. Sin embargo, juntarse a conversar no es sinónimo de colaborar para mejorar. Esto último requiere la construcción de una musculatura social y profesional en los territorios que no se crea por generación espontánea, sino que se trabaja deliberada y continuamente por años, hasta instalar una cultura del aprendizaje y de mejora. Para ello existe conocimiento sobre desarrollo organizacional y construcción de capacidades consolidada en los campos de la salud pública y la educación a nivel mundial.

En cuarto lugar, es necesario fortalecer la formación continua y el acompañamiento y retroalimentación a las comunidades escolares. Es una paradoja que en Chile la formación inicial docente esté altamente regulada en las universidades y los servicios de formación continua y acompañamiento estén desregulados y equiparen a las universidades con las entidades de Asistencia Técnica Educativa, cuando muchas de ellas tienen una lógica de emprendimiento personal o familiar lejano a los propósitos de construir capacidades permanentes en el sistema escolar. Las políticas de formación continua deben transformarse radicalmente para cambiar los cursos por acompañamientos con retroalimentación, que sean encabezados por personas calificadas en instituciones de educación superior acreditadas. En el caso de las ATEs con mayores capacidades, estas podrían aliarse a distintas casas de estudio para formar consorcios que permitan la transferencia de conocimientos desde la investigación hacia el sistema escolar.

Ahora bien, varias de estas medidas están actualmente en ejecución y otras requerirían de acuerdos políticos para hacernos cargo del estancamiento que sufre nuestro sistema escolar desde el año 2012. Difícilmente estos acuerdos políticos se puedan generar en un clima de crispación entre grupos políticos en el parlamento y fuera de él. El cobro de cuentas políticas pequeño, sin altura de miras, con saña para infligir una derrota en el adversario se convierte en el mayor obstáculo para avanzar en esta agenda transformadora de recuperación educativa.

Los aspectos técnicos para la transformación están sobre la mesa, con el mejor conocimiento disponible a nivel nacional e internacional. El futuro de niños, niñas y jóvenes depende de la capacidad del sistema político de transformar las tensiones en diálogo y las disputas en acuerdos. “El futuro de los niños siempre es hoy. Mañana será tarde”, Gabriela Mistral.

Por Ernesto Treviño, Centro de Justicia Educacional, UC

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