Columna de Ernesto Treviño: Educación inicial para la infancia de Chile
Las familias chilenas acostumbramos a maltratar a niños y niñas. De acuerdo a cifras del Ministerio de Desarrollo Social, 63% de los hogares reporta usar la violencia física o psicológica como método educativo, y 33% indica usar la violencia física con ese propósito. Más aún, de acuerdo a los estudios de Felipe Lecalennier, los niños y niñas chilenas manifiestan que sus padres rara vez juegan con ellos, y que los niños en Chile muestran mayores niveles de a tristeza, miedo, malestar, frustración, hiperactividad, timidez y sensibilidad perceptual. Esto deviene en una alta prevalencia de trastornos psicológicos en la infancia. En resumen, Chile es un país donde los padres, madres y apoderados creemos en la violencia como método educativo y desconocemos la importancia del vínculo emocional y del amor incondicional que los niños y niñas esperan de sus figuras de cuidado principales. Confundimos el poner límites con la violencia y el vínculo afectivo como una aceptación sin poner límites.
Ante estas problemáticas de maltrato infantil de los hogares, la niñez tiene un espacio seguro y de calidad en la educación parvularia. Las interacciones entre educadoras, técnicos en educación parvularia y párvulos, así como la de los párvulos entre sí, son positivas y enriquecedoras para el desarrollo infantil. Evidentemente que esta realidad tiene variaciones entre salas y centros educativos y, a pesar de eso, siempre se observa entre las educadoras y técnicas una genuina preocupación por el bienestar de niños y niñas.
La identidad de las educadoras y técnicas en educación parvularia y los lineamientos de las Bases Curriculares de este nivel educativo orientan la atención hacia el desarrollo integral de los niños y niñas. Lo anterior se condice con los principios de la formación inicial y continua de educadoras y técnicas en educación parvularia, donde se visualiza a los niños y niñas holísticamente, se pone al centro su desarrollo integral, se les ve como sujetos de derechos, y se les reconoce como parte de la cultura infantil y nunca como adultos incompletos y en formación. Es decir, en la educación parvularia se tiene una alta consideración por apoyar el desarrollo social, emocional y cognitivo de los niños y niñas.
La consolidación de un nivel de educación parvularia de calidad es fruto de un largo trabajo de 160 años desde la creación de la primera escuela de párvulos en Chile. A lo anterior se suma que nuestro país fue el primero del mundo en establecer la carrera de educación parvularia en el nivel superior en 1944, la Junta Nacional de Jardines Infantiles se crea en 1970, la Fundación Integra en 1990, los jardines Vía Transferencia de Fondos en 1996, y la Subsecretaría de Educación Parvularia en 2015. El fortalecimiento de la educación parvularia en Chile se debe a un esfuerzo paulatino de construcción institucional, al que se suma recientemente el proyecto de ley de Modernización de la Educación Parvularia.
Una educación parvularia que fomente el desarrollo integral en Chile enfrenta dos desafíos. Por una parte, es indispensable avanzar en promover habilidades parentales y formas de crianza positivas entre las familias. Sin ese ingrediente, el potencial de la educación parvularia de calidad se ve limitado. Por otro lado, se deben corregir las desigualdades estructurales en financiamiento y aprovechar el bono demográfico que trae la decreciente tasa de natalidad. Si mantenemos la inversión y mejoramos la fórmula de financiamiento podremos contar con un nivel de educación parvularia que se ubique entre los mejores del mundo, para el desarrollo integral de las futuras generaciones.
El nivel de educación parvularia es estratégico para construir un mejor futuro, y en la semana en que se conmemora este nivel, es de esperar que siga proyectándose para servir al presente y futuro de Chile.
Por Ernesto Treviño, profesor titular Facultad de Educación UC
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