Columna de Estefanía González: Empeñando nuestro futuro

Glaciares


La escasez de agua se ha convertido en uno de los grandes desafíos que la humanidad debe enfrentar: según datos de la Organización de Naciones Unidas de 2019, más de 2.000 millones de personas viven en países que sufren escasez hídrica.

A la dispar relación entre aumento de la población mundial y menor disponibilidad de los recursos hídricos existentes se suma que, según información de la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres, el 90% de las catástrofes naturales en la actualidad están relacionadas con el agua, lo que en parte es producto del acelerado retroceso y pérdida de glaciares en todo el mundo.

Estos escenarios no son lejanos en nuestro país: un estudio elaborado por el Senado en 2019 reveló la desaparición de alrededor de 2.000 km2 de masa glaciar en Chile entre 2014 y 2019. Y el ritmo de derretimiento es igualmente preocupante; según calculó un grupo de expertos del equipo de investigación de Glaciología UACh, el derretimiento del glaciar Mocho (Región de Los Ríos) en el periodo 2022-2023 se estima entre 13 y 15 millones de metros cúbicos de agua, lo que equivale a llenar a 6.000 piscinas olímpicas en un sólo año.

Entendiendo que la preservación de los glaciares en todo el planeta es fundamental para la sostenibilidad medioambiental, la estabilidad económica y la subsistencia de más de la mitad de la población humana, la ONU no sólo decidió que el tema para la conmemoración del Día Mundial del Agua 2025 fuese “Conservación de los glaciares”, sino que además proclamó 2025 como el “Año Internacional de la Conservación de los Glaciares”, con el objetivo de proteger estas formaciones que almacenan más del 70% de las reservas de agua en el mundo.

Más allá de promover actividades de concientización, esta iniciativa pretende movilizar a la comunidad mundial para generar políticas y soluciones concretas para conservar estas masas de hielo. Algo absolutamente necesario, sobre todo si consideramos que en nuestro país, la protección de glaciares enfrenta un vacío legal significativo. Si bien diversas normativas les otorgan cierto grado de resguardo (como la prohibición de la constitución de derechos de aprovechamiento sobre los glaciares establecida por la Ley 21.435), no existe una ley específica que garantice su conservación, aun cuando en las últimas décadas se han impulsado diversas iniciativas para proteger a los glaciares, el ambiente periglacial y el permafrost, las que han enfrentado trabas legislativas, presiones y prolongados procesos de tramitación, llevando a muchos de estos proyectos a ser archivados sin éxito o avances en su discusión parlamentaria.

Si consideramos la serie de actividades industriales que se desarrollan en nuestro país en territorio glaciar junto a los riesgos propios del calentamiento de la Tierra, resulta aún más evidente la urgencia de contar con un cuerpo legal que los proteja de forma categórica.

No parece inteligente que sigamos empeñando el futuro hídrico del país, hipotecando no sólo los glaciares, sino que el sustento de comunidades enteras y, por cierto, el desarrollo de actividades en esos territorios en el mediano plazo. Continuar aprobando proyectos mineros que se emplazan a pocos metros de formaciones glaciares -como es el caso de Los Bronces Integrado, ubicado en la cordillera de la Región Metropolitana- es a todas luces pan para hoy y hambre para mañana.

Es hora de entender que sin agua no hay desarrollo económico, no hay proyectos de inversión viables y, por sobre todo, no hay vida posible. Es por eso que resulta tan relevante que este año se haya conmemorado por primera vez el Día Mundial de los Glaciares (21 de marzo), que nos brinda una nueva oportunidad para trabajar en las iniciativas necesarias para proteger sus importantes funciones ecosistémicas e hídricas en nuestras comunidades y territorios. Urge el desarrollo de políticas públicas que impulsen su protección, desaceleren su derretimiento e, idealmente, permitan en el futuro lograr recuperar estos ecosistemas tan necesarios para la vida terrestre.

Por Estefanía González, subdirectora de Campañas Greenpeace Andino

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