Columna de Fernando Ayala: ¿Cómo alinear a América Latina?
En la reunión entre la Unión Europea y América Latina que tuvo lugar en Bruselas en 2015, el mundo era diferente: no había guerra en Europa, Alemania y Rusia eran amigos, Francia buscaba mayor autonomía de Estados Unidos, El Reino Unido era parte de la UE, Suecia y Finlandia eran neutrales. En América Latina gobernaban Cristina, en Argentina; Dilma en Brasil, Michelle, en Chile; Evo, en Bolivia; Rafael, en Ecuador y Enrique Peña Nieto en México, casi todos los cuales entregarían sus gobiernos a la derecha. En esa II Cumbre, ese habló de “un futuro común” y otras buenas intenciones. En lo primero se avanzó poco. Llegó la pandemia desde China recorriendo el mundo, y se vio poca solidaridad desde Europa, pero mucha desde Beijín, con las vacunas. Durante ocho años no hubo otra Cumbre y América Latina ya había perdido todo lo avanzado en términos de diálogo político entre los mandatarios por la paralización de órganos como UNASUR, las rivalidades ideológicas y el distanciamiento entre los países por las situaciones en Cuba, Venezuela y Nicaragua, principalmente.
Esta III Cumbre que acaba de finalizar, tras ocho años de receso, es ambiciosa como lo son todas, por lo menos en la agenda a tratar. En esta oportunidad estuvo el cambio climático, la transición ecológica, la transformación digital, la defensa de los derechos humanos, la paz, la innovación y la lucha contra las desigualdades. Aunque no se mencionó explícitamente, hubo otros temas de interés para los europeos: la guerra en Ucrania y la creciente presencia de China en el escenario global y en América Latina en particular. La UE quiso invitar a la Cumbre al presidente Zelenski y además hicieron lo posible por incluir en la declaración final una condena a Rusia, pero no se dio el consentimiento de los latinoamericanos y caribeños, pese a que algunos países estaban de acuerdo. La región se ha negado al envío de armas y algunos rechazan de plano condenar la agresión rusa. El alineamiento de la UE y de la OTAN con los Estados Unidos, en su apreciación sobre la amenaza de Rusia y de China, es prácticamente total y esperan, con paciencia, sumar a la CELAC. El esfuerzo ya lo han comenzado a hacer con las visitas a la región del Alto Representante de Política Exterior y Seguridad, Josep Borrell, quien viajó en 2022 para anunciar la “Ruta 2023″ que apuntaba a destrabar las negociaciones con el MERCOSUR, la firma de la ampliación de los acuerdos con México y Chile, agregando al paquete la llamada “brújula estratégica” que supone una guía de acción conjunta en materia de seguridad y defensa. Por su parte, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, visitó Brasil, Argentina, Chile y México, en junio pasado, reforzó las señales planteando la necesidad de un “nuevo contrato estratégico” y la importancia de la cooperación, al igual como lo hiciera recientemente el jefe de Estado italiano, Sergio Mattarella. Mayor visibilidad le dará a América Latina y al Caribe, la recién asumida presidencia de España en la UE por los históricos lazos y la fuerte presencia de empresas españolas en prácticamente todos los países. Todos ellos han repetido el mismo mensaje: Europa y América Latina comparten una visión similar de sociedades democráticas, una cultura y una herencia que nos guía en el estrechamiento de vínculos. A lo anterior han agregado cosas más atractivas como lo es el anuncio de un fondo de alrededor de 45 mil millones de euros para financiar proyectos de inversión en las áreas de energías renovables y de materias primas de las que Europa carece.
Cada Cumbre termina marcada por el entusiasmo. Este nuevo horizonte y promesas de cooperación no logró en la III Cumbre uno de los objetivos de la UE: la condena a Rusia, pese a que surgieron voces como el presidente chileno, Gabriel Boric, quien la calificó como una “guerra de agresión imperial inaceptable”. Aprovechó también de fustigar a los regímenes de Venezuela y Nicaragua, por las violaciones a los derechos humanos y falta de democracia. En definitiva, el balance de la III Cumbre constató la unidad de la UE y la desunión de América Latina y el Caribe. Dejó en la larga espera el cierre del acuerdo entre los europeos y MERCOSUR, junto a las promesas de grandes inversiones. Las reuniones con Europa tienen el peso de 300 años de una relación desigual donde aún afloran las condenas al pasado colonial. Queda por verse lo que hará China, país con una fuerte presencia en la región y cuya “Ruta de la Seda”, sigue ofreciendo atractivos libres de imposiciones y alineamientos.
Por Fernando Ayala, ex Embajador y ex Subsecretario de Defensa.
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