Columna de Fernando Chomali: Navidad y sentido de la vida
Veo correr a la gente en las calles, abarrotadas en los negocios comprando. Un frenesí propio de quien va en búsqueda de lo que lo va a hacer feliz, profundamente feliz.
Al día siguiente todo seguirá igual, los regalos esparcidos, tener que lavar los platos y ordenar la casa. Luego vendrá Año Nuevo, lo mismo; luego vendrá san Valentín; luego Semana Santa (fin de semana donde las agencias de turismo sacan cuentas alegres), luego variados día de….., hasta que llega septiembre y la máquina de la oferta de todo tipo de bienes para “celebrar como Dios manda a la patria” se activará con fuerza. Y nuevamente nos encontramos en diciembre. Qué dispersión del ser humano atrapado por ese anhelo de felicidad que tiene en su corazón y la sensación de vacío que generan las cosas, los eventos, las ofertas, y las luces que encandilan y endeudan.
Navidad, es decir, el nacimiento de Jesús, fue, es y será lo más importante que ha acontecido en la historia de la humanidad. Un hecho absolutamente fuera de toda posibilidad de ser pensado o realizado por un ser humano. Este acontecimiento proviene de Dios y se acoge mediante la fe. Este acontecimiento llamado Jesús es el único capaz de darle sentido a nuestra vida, comprender la razón de ser de nuestra existencia y orientarnos a una auténtica felicidad. Jesús es capaz de convertir todo lo que nos impide amar en una posibilidad cierta de hacerlo porque toca las entrañas mismas de nuestra vida al traernos salvación. En Jesús encontramos las respuestas más profundas al misterio de la muerte (resurrección), al misterio de la violencia (fraternidad), al misterio de todo lo que hiere al hombre ( el pecado) que sufre por querer ser más y solo le ofrecen tener más. Jesucristo no defrauda y nos hace comprender la vida desde la óptica de los sencillos y humildes (el Hijo de Dios nace en un pesebre) y no en la grandilocuencia de la ostentación. Desde el pesebre podemos llevar una vida preciosa, digna, llena de belleza y sencillez. Allí se concentra todo el amor de Dios hacia cada uno de nosotros y todo lo que andamos buscando, ternura, amor, fraternidad, justicia. Tenerlo a Él como la fuente y la culminación de nuestras vidas nos hará comprender el gran misterio de Dios que nos anima a dar más que a recibir, a servir y no a ser servido, a obedecer a Dios antes que a los hombres.
Navidad es volver al centro de nuestras vidas y a calmarnos de tantas cosas que no necesitamos, pero que por la presión social nos vemos obligados a comprar. En Navidad celebramos la auténtica libertad del ser humano frente a todo lo que no nos lleva por el camino del bien, de la verdad y de la belleza. Cristo, ayer, hoy y siempre, lo es todo. Fuera de Él solo habrá planes frustrados, ilusiones y vacíos que se repetirán una y otra vez. Por ello san Pablo decía con tanta convicción: Para mí la vida es Cristo.
Poe Fernando Chomali, arzobispo de Santiago
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