Columna de Francisca Jünemann: Karen Poniachik
"Su personalidad era decidida, clara y frontal, sin miedo a decir lo que pensabas y a tomar decisiones difíciles, gustara o no, en un país con una cultura que no se caracteriza por decir las cosas claras y de frente, ni por acoger la diversidad en su inmensidad."
La conocí el año 2019 cuando me invitó a exponer al MBA Chile en la Universidad de Columbia. Me dijo que hace un tiempo venía observando el trabajo de la Fundación ChileMujeres y que le gustaba lo que estaba viendo. Me acuerdo la conversación que tuvimos en un restorán del Soho de Nueva York el día antes de exponer. Y desde entonces nuestras conversaciones no pararon, traspasando lo profesional a lo personal y familiar, naciendo una amistad que me permitió acompañarla los últimos tres años de su camino y ser acompañada por ella en la construcción de ChileMujeres.
Porque ese viaje marcador me abrió la puerta para pedirle que fuera Consejera de la fundación, propuesta que aceptó entusiasta. Desde entonces y hasta hoy, me conmueve recordar la generosidad con tu tiempo y conocimientos de mujer brillante, de visión anticipada, estando siempre cien kilómetros por delante, viendo lo que nadie veía, adelantándote siempre.
Vuelven a mi memoria tantos recuerdos que estaban escondidos y que en estos momentos aparecen intempestivos, como cuando juntas insistimos con ahínco en uno de los riesgos que más le preocupaba -el acoso laboral y sexual en los lugares de trabajo- hasta que logramos incluirlo en la nueva norma 461 de la CMC naciendo, el año de su muerte, el deber de las empresas de reportar las medidas de prevención, de sanción y de trato de esta materia tan delicada y determínate para la dignidad y respeto de las mujeres. Y tan esencial para el desarrollo y despliegue de todas sus capacidades y de todos sus talentos.
Recuerdo también que en ese viaje a la Universidad de Columbia, en el mes de abril del año 2019 me organizó, sin pedírselo, una reunión con Catherine Phillips, directora del Centro de Liderazgo de esa casa de estudios. Esperaba en ese encuentro una cátedra por parte de una de las expertas en liderazgo más renombradas del mundo, pero en su lugar, recibí de ella una de las frases más simples que he escuchado: “un buen líder es antes que nada, una buena persona”.
Catherine murió de cáncer al año siguiente, el 2020. Y Karen nos deja tres años después también por esa maldita enfermedad, marcando una huella profunda, no por haber sido la primera mujer Ministra de Minería o la pionera que logró incluir a Chile en la OCDE, sino sobre todo, por haber sido una gran líder por ser una persona buena, bondad que culminó en la generosidad de ser madre sola, en la valentía de romper los paradigmas sociales, de construir su familia y de darle a su hija la posibilidad de existir y de tener como madre a una de las mujeres más extraordinarias de nuestro país.
Porque su personalidad era decidida, clara y frontal, sin miedo a decir lo que pensabas y a tomar decisiones difíciles, gustara o no, en un país con una cultura que no se caracteriza por decir las cosas claras y de frente, ni por acoger la diversidad en su inmensidad.
Tampoco encarnó esos mal llamados atributos blandos femeninos que tanto denigran a las mujeres cuando se ponen como el valor con el cual aportan a las empresas; sino todo lo contrario: encarnó la disrupción, la valentía, la osadía, la decisión y el ímpetu en lo que se dice y en cómo se dice, en lo que se hace y en cómo se hace, no buscando caer bien o ser querida, sino simplemente en ser auténtica con ella misma. Y finalmente, por eso mismo, fue tan querida.
Maravilla ver todas las voces que la han reconocido y le han agradecido. Es mucho lo que dio y por eso es justo tantas expresiones de cariño y tantas palabras de homenaje.
Y si algo pudiese pedir en estos momentos de despedida, es que la fragilidad de nuestras memorias no diluya nunca la fuerza de su voz.
*La autora es presidenta ejecutiva Fundación ChileMujeres.
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