Columna de Francisca Jünemann: La mujer rota
"No podemos seguir así, donde las mujeres tienen solas las cargas de las tareas de la casa que les hace imposibles un desarrollo integral, que les permita autonomía económica y desplegar todas sus capacidades y sus talentos. Y a la vez, vivir plenamente su maternidad"
Simone de Beauvoir explica sobre su novela “La mujer rota es la víctima estupefacta de la vida que ella misma eligió: una dependencia conyugal que la deja despojada de todo y de su ser mismo cuando el amor le es rehusado. Sería en vano buscar moralejas en estos relatos; proponer lecciones, no; mi intención ha sido totalmente diferente. No se vive más que una sola vida, pero por la simpatía, a veces es posible salirse de la propia piel. Me siento solidaria de las mujeres que han asumido su vida y que luchan por lograr sus objetivos; pero eso no me impide, al contrario, interesarme por aquellas que, de un modo u otro, han fracasado y, en general, por esa parte de fracaso que hay en toda existencia”.
Así, “la Beauvoir” muestra a través de un diario escrito por Monique, la protagonista, la vida de una mujer que optó por criar a sus hijas y por su matrimonio, descuidándose a sí misma y descartando libremente una vida profesional, decisiones que la arrastran, a sus 44 años, a una existencia fracturada cuando sus hijas alcanzan la independencia y su marido tiene otra mujer. Monique no queda desvalida económicamente y de todas formas su vida se quiebra completa.
Lo triste es que la historia no le da un renacer, a pesar de ser aún joven, cómo si a los 44 años las mujeres que optaron sólo por la crianza y la familia no tuvieran ya opciones. Mientras leía, nunca dejé de anhelar que la protagonista sacara fuerzas, se revelara al destino que se le estaba mostrando insoslayable y se recreara así misma y a su vida. Pero no pasó: termina ahogada en la desesperación y en el miedo.
Esa fue la decisión de Simone de Beauvoir; tal vez en los años 60 las mujeres aún tenían sus destinos definidos por las decisiones tomadas en la juventud. Pero hoy no es así. No hay mujer que no pueda renacer, recrearse, revelarse, emprender. Siempre que tenga la opción de hacerlo. Y el problema es que en Chile las posibilidades son escasas. Es por falta de condiciones y de oportunidades que las mujeres de nuestro país pueden ver sus vidas rotas, no por falta de voluntad y de fuerzas, a diferencia de Monique.
El día 22 de este mes celebramos el Día internacional del trabajo doméstico y la Encuesta Social Covid-19 -del Ministerio de Desarrollo Social y Familia, INE y PNUD Chile- mostró que el 89% de los hogares donde hay al menos un hombre, las mujeres realizan solas el trabajo doméstico no remunerado. Así, un 11% de familias “excepcionales” cuenta con un hombre que se haga cargo de ellos, aunque sea en parte.
Este desequilibrio de corresponsabilidad es un problema estructural que necesita una transformación sustancial en las familias. No podemos seguir así, donde las mujeres tienen solas las cargas de las tareas de la casa que les hace imposibles un desarrollo integral, que les permita autonomía económica y desplegar todas sus capacidades y sus talentos. Y a la vez, vivir plenamente su maternidad, cuidando y criando a sus hijas e hijos de forma compartida y con el debido tiempo, condición que necesita, a su vez, una revolución en los lugares de trabajo para que la adaptabilidad laboral sea la regla y no la excepción.
Mientras las realidades familiares y laborales no cambien, muchas mujeres tendrán sus vidas rotas. Porque sin autonomía económica la liberación femenina -por la cual Simone de Beauvoir tanto peleó- no es posible. Y es nuestra generación la que debe completar este proceso inconcluso en un país donde menos de la mitad de las mujeres puede trabajar con una remuneración.
* La autora es presidenta ejecutiva Fundación ChileMujeres.
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