Columna de Frédéric Martel: Ha muerto Angelo Sodano, el nuncio de Pinochet
Chile impulsó la carrera de Angelo Sodano hacia las más altas responsabilidades vaticanas. De simple diplomático nombrado por el Papa Pablo VI cuando llegó a Santiago de Chile en 1978, salió del país en 1989 convertido en “ministro de Asuntos Exteriores” de Juan Pablo II.
Por Frédéric Martel, periodista de Radio Francia en París y autor de Sodoma.
Una gran figura de la Iglesia Católica chilena falleció en Roma hace algunos días, a la edad de 94 años. El cardenal Angelo Sodano no era chileno, pero era mucho más que eso. Habitual de Santiago, fue nuncio y arzobispo de marzo de 1978 a mayo de 1988. Y amigo de Pinochet.
De hecho, fue Chile quien impulsó a Sodano a las más altas responsabilidades vaticanas. Un simple diplomático nombrado por el Papa Pablo VI cuando llegó a Santiago de Chile en 1978, salió en 1989 como “ministro de Asuntos Exteriores” de Juan Pablo II y al año siguiente se convirtió en su secretario de Estado, de hecho su primer ministro y el segundo al mando del Vaticano.
¿Cómo explicar este espectacular ascenso? Sorprendentemente, fue la proximidad de Sodano a Pinochet lo que atrajo a Juan Pablo II. El Papa polaco fue perseguido por el comunismo y analizó la batalla entre la extrema derecha y la extrema izquierda en América Latina con sus ojos polacos. Al principio vacilante y distante, Sodano se acercó a Pinochet en la década de 1980. Se ha dicho que el dictador le hizo cantar, porque conocía su moral y sus dulces tendencias... En cualquier caso, se convirtieron en lo que podría llamarse una “asociación ilícita”. Sodano siempre protegió a su amigo Pinochet, quien defendió a su nuncio. ¡Un matrimonio de la razón!
Al supervisar el viaje de Juan Pablo II a Chile en abril de 1987, Sodano sedujo al Pontífice. El abrazo entre el dictador y el Papa en el palacio presidencial de La Moneda provocó un escándalo, pero Sodano fue promovido poco después a Roma. En la posición más alta posible. Chile fue el inesperado acelerador en la carrera del futuro decano de los cardenales, el hombre fuerte de Juan Pablo II e incluso, por un momento, de Benedicto XVI.
Un registro como ese podría haber dado a los chilenos todos los motivos para estar orgullosos. La muerte de Sodano podría haber sido saludada y se podrían haber celebrado misas en la parroquia de El Bosque. Pero fue allí donde se produjo uno de los mayores escándalos de abusos sexuales de la historia de América Latina, sobre todo en la década de 1980.
En Santiago, Sodano se acercó al sacerdote oficioso de Pinochet, Fernando Karadima, y a su parroquia El Bosque, hasta el punto de tener allí una habitación especial llamada “la sala del nuncio”. No hay duda de que Sodano estaba al tanto de los abusos sexuales que se cometían en esa iglesia, al igual que no hay duda de que protegió deliberadamente a Karadima. Que Sodano fue el gran defensor de Pinochet en Roma hasta su muerte y su protector católico, tampoco hay duda.
¿Por qué esa proximidad con Karadima y Pinochet? En ambos casos, la misma lógica: la lucha contra el comunismo y la guerra contra la teología de la liberación, esa corriente de pensamiento radical de la izquierda católica (encarnada en particular por Gustavo Gutiérrez, Óscar Romero o Leonardo Boff) son una prioridad a la luz de la cual los abusos sexuales de los sacerdotes apenas cuentan.
El dinero que los movimientos de ultraderecha de Chile, México o Colombia aportan a Roma es otra de las explicaciones de la cercanía de Angelo Sodano a Pinochet, pero también a los Legionarios de Cristo de Marcial Maciel en México (un multipedófilo autor de innumerables delitos sexuales) o a las redes fascistas del cardenal colombiano Alfonso López Trujillo (también notoriamente homófobo, pero homosexual en secreto). En el futuro habrá que investigar el alcance de los flujos financieros transferidos por Pinochet al Vaticano para favorecer la caída del comunismo en Europa del Este.
Por último, queda otro enigma por resolver. La de la red “gay” de Pinochet, especialmente la de cuatro de sus asesores y agentes secretos, que mantenían relaciones muy estrechas con el nuncio Angelo Sodano. Esta red, una mafia gay oculta, en parte paramilitar, informaba al dictador de la vida secreta de los sacerdotes y, probablemente, al nuncio de los rumores que circulaban sobre él. Esta red homosexual de Pinochet nunca había sido descrita: sorprendió a muchos chilenos cuando la revelé en mi libro Sodoma, basado en los testimonios de pinochetistas arrepentidos, en archivos chilenos y en documentos desclasificados del Departamento de Estado de Estados Unidos a los que tuve acceso.
Por culpa de Pinochet, Karadima y Sodano, varios cardenales y obispos chilenos están ahora investigados o bajo escrutinio judicial. Esperemos que poco a poco vayamos descubriendo los secretos de esta época, aunque probablemente Angelo Sodano debería haber sido arrastrado ante un tribunal de Santiago.