Columna de Gabriel Alemparte: Consignas que harán naufragar la reforma previsional
El Frente Amplio está haciendo una jugada que complica la aprobación de una reforma que llevamos décadas discutiendo, con miles de pensionados y pensionadas esperando. En el futuro, podría ser difícil para ellos tener que asumir que impidieron la aprobación de un nuevo esquema de pensiones, simplemente por un atrincheramiento ideológico.
Si hay algo muy claro del actual gobierno es que el Frente Amplio no está contento con las “moderaciones” de Boric. La izquierda radical, su sector, ansiaba poner en práctica “el Nuevo Modelo” hasta la debacle constitucional que acabó en septiembre de 2022 con el plebiscito. Y no es que el Presidente se haya “derechizado” demasiado -o se haya puesto reaccionario, dirían sus socios y amigos- lo que sucede es que la principal agrupación política de su conglomerado está preocupada -por no decir aterrada- con que su mayor líder ceda demasiados puntos ante el ala más concertacionista de su conglomerado, para así salvar los muebles de sus cuatro años de gobierno que, hasta ahora, muestran escasos logros.
Boric en esta hora sabe que su paso a la historia será pobre y un paréntesis marcado por la falta de gestión, los errores y casos de corrupción. Se ciernen más sombras, y los logros son pocos, muchos heredados y los propios ganados en el Congreso sin su coalición apoyándolo (léase leyes en materia de seguridad). La reforma de pensiones es, justamente, un proyecto donde las filas frenteamplistas se están atrincherando preventivamente, según lo que hemos visto en los últimos días. Lo anterior, pese a que este tema parece ser el único elemento donde el Presidente podría dejar un legado atribuible a su período en La Moneda. Para la desgracia del Frente Amplio, otras legislaciones cruciales aprobadas en este tiempo, como la reducción de la jornada laboral y aumento del salario mínimo, han sido capitalizadas más por el PC que por ellos mismos, por eso es probable que la ministra Jara deje el ministerio y sea diputada.
Así, ante el temor de una reforma acordada con los senadores de la oposición que no logrará los objetivos clave que le pregonaron a su electorado, a saber, la creación de un sistema de reparto a ultranza y acabar con la figura de las AFP, el Frente Amplio “se puso el parche antes de la herida”, endureciendo su postura, mostrándose de perogrullo intransigente, y reforzando su repertorio de consignas. Para empezar, contradicen la propuesta más reciente del ministro de Hacienda, Mario Marcel, quien además de ofrecer una nueva distribución del 6% de cotización adicional, contemplando 3% a capitalización individual del trabajador, 2% a un préstamo estatal con rentabilidad y 1% como seguro de sobrevida en mujeres. Pretende que este sistema sea transitorio y de 20 años de duración. El diputado del Frente Amplio, Jaime Sáez, quien además es integrante de la Comisión de Hacienda, enfatizó en una nota en La Tercera que “nos gustaría que ese seguro social fuese permanente”, y admite que la famosa “transitoriedad” es una palabra al viento porque en su opinión, este tema se despejará en debates veinte años más adelante.
Ahí tenemos dos y hasta tres pájaros abatidos de un tiro. Saéz resume el trasfondo de lo que busca el Frente Amplio. Quieren a toda costa una instancia de reparto, así sea mediante un seguro propuesto con transitoriedad que a la larga no sea en realidad transitorio, algo muy parecido al impuesto a los combustibles creado para el terremoto de 1985, por ejemplo. En Chile, país de catástrofes, hasta los “puentes provisorios o mecano” terminan siendo definitivos. Además, buscarán insistir con su consigna de “No + AFP”, pese a que varios expertos, incluyendo los de la Mesa Técnica han demostrado que la separación de la industria no es recomendable. Hay coincidencia que la mejor estrategia para el ahorro y rentabilidad de los cotizantes es la capitalización individual, de forma íntegra, es decir el 6% de cotización adicional para cada cotizante en sus cuentas, además de ser un elemento que gana por paliza en todas las encuestas ciudadanas y que resulta obvio cuando, en un par de décadas más, de tres personas solo una esté en el mercado del trabajo, pues la pirámide demográfica se invertirá. ¿Cuándo eso ocurra, el aporte administrado por el Estado o el seguro definitivo no van a requerir aún mayores aportes? ¿Cuánto afectará la burocracia aquello? Ninguna de estas preguntas tiene un buen porvenir. Pero el Frente Amplio rema a la inversa, con sus integrantes molestos con los intentos del ministro Marcel de, por al menos, llegar a algún tipo de acuerdo en este punto.
El Frente Amplio está haciendo una jugada que complica la aprobación de una reforma que llevamos décadas discutiendo, con miles de pensionados y pensionadas esperando. En el futuro, podría ser difícil para ellos tener que asumir que impidieron la aprobación de un nuevo esquema de pensiones, simplemente por un atrincheramiento ideológico, dado un apasionamiento nostálgico como si estuvieran sensorialmente todavía en el año 2011 marchando en la Alameda. De todas formas, es previsible que en ese caso recurran al viejo y constante mantra: culpar a los ricos, a los fácticos, a las grandes fortunas, al “jueron los pacos”, a la derecha y al centro, a haber tenido un Congreso en contra (valgan las palabras de Iván Poduje hace unos días, que se me vienen a la mente: “El Presidente Lagos gobernó con un Congreso en contra y no andaba llorando.”).
A estas alturas el Frente Amplio ya sólo endurece su posición porque requiere hablarle a sus votantes de la culpa de los otros, recurrir a la táctica de la victimización. No queda de otra, y por ende, se endurecen, pues así la culpa para su electorado aumenta exponencialmente. Le hablan a la tribu, a esa a la que quieren volver y mantener, a la calle que quizás no los acepte, pero imaginan volver a la agitación de las asambleas universitarias, un mundo del que sienten la nostalgia de saber que es lo poco que hicieron bien. Una vez alejados del poder se acordarán de la sabia frase del escritor mexicano Carlos Fuentes, “La política consiste en el arte de comer sapos sin hacer muecas”. La reforma será ese sapo, y no reconocerán jamás que la ceguera ideológica y la incompetencia técnica los llevó a crear una derrota propia.
Por Gabriel Alemparte, abogado.