Columna de Gabriel Alemparte: “Freddy Kruger” en la reforma de pensiones
Estamos en pleno enero, pero si hablamos de la reforma de pensiones, ya nos hemos adelantado a Halloween. El film de Wes Craven, “Pesadilla en Calle Elm” con su icónico antagonista Freddy Kruger, sin duda que ha repercutido a lo largo de generaciones como un imperdible dentro del género. Su argumento es conocido: aterra la idea de no poder realizar una tarea tan necesaria y básica como dormir y tener sueños, ello porque un monstruoso ser puede asesinarte en una pesadilla, pero de ocurrir aquello, también la muerte tiene lugar de forma efectiva en la vida real. Algo así está sucediendo con las pensiones. El sueño colectivo y largamente añorado por todos de que las personas mayores tengan una mejor pensión bajo un sistema sostenible y fiscalmente responsable a largo plazo, podría terminar convirtiéndose en una pesadilla que involucre la muerte del sistema hoy, tal como lo conocemos, y que el remedio sea peor que la enfermedad. ¿Por qué? El celebrado acuerdo de Chile Vamos con el gobierno tiene bastante de letra chica, mueve los límites del sistema y abre promesas que veremos si el Estado podrá cumplir finalmente. En definitiva, no vaya a ser que por resolver un problema rápido hoy, mañana quienes tengamos que jubilar nos encontremos con peores pensiones fruto de una reforma de corto plazo pese al esfuerzo de una generación. Vamos por parte.
Lo primero, no se respetó que el aumento fuera de 6 puntos como originalmente se propuso, un incremento razonable y que podría ser gestionado de forma gradual por empleadores de diferente envergadura. Este se convirtió en una amenaza de carga que podría generar una informalidad alta en un momento económico, altamente complejo para pequeñas y medianas empresas. Como bien dijo el economista Óscar Landerretche la semana pasada sobre este punto: “Por misericordia, dejen de repetir esto de que la cotización adicional la va a “pagar” el empleador, quien hace depósito no es quien “paga”, el que paga es quien termina ganando menos, no es evidente que eso sea el empleador, no es “polémico”, lo sabe un mechón que aprueba introducción a la economía”. Eso significará un problema en sueldos, empleos o finalmente en una informalidad, que es muy alta. El encarecimiento del empleo, y un impuesto al trabajo, finalmente, tendrá un efecto en los ciudadanos de a pie. Siempre lo he dicho, no vaya esta reforma a generar la sensación en los trabajadores en que ésta los perjudicó en el corto y mediano plazo, y en los pensionados que sus vidas no mejoraron. El peor de los mundos por llegar a acuerdos rápidos. ¿Es serio y responsable discutir una reforma sin antecedentes ciertos, precisos y que den garantías a todos los sectores en materia sostenibilidad financiera? No fueron ya el Transantiago o la reforma educacional ejemplos de actuar rápido y desprolijamente, o lo que es peor en el paroxismo ideológico. “Las prisas pasan las cagadas quedan” decía con sinceridad Felipe Lamarca hace años, no vaya a hacerse realidad una vez más.
En un afán por “cumplir los sueños de todos” se sumaron puntos adicionales al 6% original para “inflar” el Seguro Social, el engendro político de este gobierno, que, entre otras cosas, manejará y operará el famoso préstamo reembolsable bajo la figura del Fondo Autónomo de Protección Previsional (FAPP), un ente completamente innecesario y que sólo introduce burocracia estatal, que en el último tiempo ha demostrado ser altamente ineficiente. Los 100.000 nuevos funcionarios públicos en dos años, un 12% (crecimiento más rápido que la economía), ¿ello ha mejorado la administración del Estado, es más eficiente hoy que ayer? Volviendo al operador estatal, es el que abre la puerta a la pesadilla del reparto, y es el Freddy Kruger de la analogía. Abrir dicha puerta puede ser no cerrarla más, hacia allá apuntaban las minutas de La Moneda la semana pasada: “Esto debilita a las AFP y las hace desaparecer en corto tiempo”, ello con las consecuencias que puede tener en el crecimiento, inversión y desarrollo; desde el mercado de capitales, la confianza internacional pasando hasta por inversiones en infraestructuras.
Sumando lo que se cotizaba en el SIS más el abultado bono tabla que acordaron al final, los senadores de Chile Vamos entregaron un total de 8,5 puntos de cotización adicional, es decir, se cotizará un 85% más que antes, lo cual, podría verse como un buen paso para ahorrar más, pero ¿cómo ven esto las Pymes? Recordemos que las empresas pequeñas y medianas representan en torno a un 43% de la fuerza laboral, ¿pueden absorber este incremento?
Respecto al préstamo, la pesadilla sería que el Fisco chileno nunca tenga el dinero para devolver los montos a sus aportantes. En una entrevista radial, el economista Guillermo Larraín admitió que “los chilenos deberíamos acostumbrarnos a que el préstamo no va a ser transitorio, sino que permanente”, prácticamente dando por sentado que el Fondo “Freddy Kruger” no tendrá los dineros para devolver el préstamo. ¿Existe en Chile algo que se denomine transitorio y que no termine siendo permanente, desde el impuesto a los combustibles hasta un puente mecano luego de un desastre natural? ¿Acaso los legisladores de Chile Vamos legislaron sin ver ninguna proyección financiera hacia adelante?
La senadora Ximena Rincón (Demócratas) fue la primera en advertirlo, y ofició al Consejo Fiscal Autónomo (CFA) pidiendo antecedentes. Lo adelantó semanas antes, producto del proyecto de cumplimiento tributario que no dio el ancho con los cálculos originales. Irresponsabilidad se llama el episodio de legislar ¿Confiar en los números de la Dipres? A estas alturas un riesgo.
Lo anterior, incluso generó una advertencia de la candidata presidencial de CHV, Evelyn Matthei. ¿Cómo los senadores tuvieron la desfachatez para no arrugarse al decir que “estaban tranquilos” porque el 6% irá a las cuentas individuales? Porque sin la seguridad que ese préstamo será efectivamente cobrable y pagable, esas son meramente palabras vacías y un problema al futuro del cual nadie será responsable, como bien dijo Rincón; “Ahí es donde fracasan los países”.
Mientras algunos en el centro sostenían: “No se puede estar más a la derecha que la derecha en materia de pensiones”. Se equivocan. Marcar la diferencia centrista es decir con fuerza que lo primero a resguardar es la libertad y el derecho de propiedad, pero más simple aún, es legislar con sentido común y evidencia empírica; no es una disputa de derechas o izquierdas, es de razonabilidad y responsabilidad.
Estos saltos al vacío con el reparto podrían implicar -según especialistas- un costo promedio de US$ 4.500 millones anuales para los próximos 25 años, lo que plantea serias dudas sobre la sostenibilidad del modelo. Es más, distintas proyecciones de informes técnicos dicen que el Fondo “Freddy Kruger” (FPAA) podría efectivamente quedarse sin dinero y ser deficitario a partir del 2060 (allí donde fallan los países, replicando a la senadora Rincón).
Por lo mismo, lo mínimo es que los senadores de la Comisión de Hacienda hagan el trabajo en serio -la que no hizo la Comisión de Trabajo- y analicen de verdad la sostenibilidad de este fondo, y le pidan al gobierno o al CFA las debidas proyecciones más allá del 2050, sino que al 2060, 2070 o incluso al 2100. Los chilenos se merecen saber si el Estado, que hoy no tiene recursos y que le disminuye el presupuesto a las Fiscalías, Poder Judicial y las policías (pese a un acuerdo con el Senado) en su lucha contra el crimen organizado, podrá pagarle su deuda a los chilenos del futuro. La palabra empeñada no es el fuerte de este gobierno, vean solo la actitud de Jara post anuncio. Por último, la garantía estatal, claramente, no es suficiente, más aún, si seguimos creciendo al 2% en promedio.
No veo que todo esté perdido en la reforma de pensiones. Evidentemente, es crucial que la población aumente su porcentaje de ahorro. El problema está en que no revisemos esta letra chica, llevando a que tanto las Pymes, como quienes están recién empezando a cotizar, tengan que enfrentarse a la pesadilla de Freddy Kruger, que no es otra cosa que tener un papel que dice: “El Estado de Chile te debe”, y la certeza de que nunca van a pagarte eso de vuelta.
Por último, no puedo dejar pasar esta columna para constatar algo preocupante. La equidistancia de lo políticamente correcto (un acuerdo) de algunos que se autodenominan moderados en estas semanas ha llevado a la cancelación de algunos que hemos hecho preguntas que son obvias, y por obvias se han ido imponiendo. Una cosa es participar de instancias de acuerdo, y la peor enamorarse de las tesis propias. ¿Alguien podría acusar de técnicamente poco profesionales o centrados a personas como Óscar Landerretche, Andrea Repetto, Ximena Rincón, Guillermo Larraín, Natalia González o varios más que han hecho preguntas válidas en el debate? Lo digo, pues en los últimos años Chile comienza a desprenderse de la cancelación del debate de lo políticamente correcto. No vaya a ocurrir que el centro, que exuda moderación (pero a veces poca capacidad para el disenso), se convierta en la nueva Inquisición por opinar distinto. Lo dejo para que conste en el acta.
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