Columna de Gabriel Alemparte: Plebiscito para Boric
“El plebiscito juega un papel en el sentido que le da fuerza al gobierno o lo debilita. Eso es una realidad, no lo vamos a negar”. Las palabras son del ex ministro del Interior y senador socialista, el histórico José Miguel Insulza, de quien podría decirse “que más sabe el diablo, por viejo que por diablo”. Sin atribuirle ninguna característica mefistofélica, Insulza, un político profesional, quizás, el más sagaz de los constructores de la transición política ha dicho lo obvio, lo que el gobierno quiere tapar como al sol con un dedo, y lo que el oficialismo intenta negar para no abrir un flanco que sabe hace daño a las pretensiones de la opción “En contra”.
No hay elección que no sea, a la larga una condena o un aliciente a la gestión de quien gobierna, del estado del arte de la cosa pública, de la economía, de la seguridad, de lo que le ocurre al ciudadano que asistirá a votar en el silencio de la urna. “It´s economy, stupid” decía el estratega de Clinton v/s Bush padre. Se trata de la constatación de lo obvio, un plebiscito sobre un texto constitucional es una decisión de largo plazo, pero la decisión emocional y racional de cualquier elección, cualquiera esta sea, está teñida por el momento en que el elector emite su voto. El gobierno y el oficialismo lo saben y lo evitan, pues saben que no solo se encuentran notablemente al debe, por la desastrosa gestión de un gobierno cuyos índices son pobres en todas las materias y donde el caso fundaciones golpeó este año bajo la línea de flotación del “relato” de la coalición oficialista.
El triunfo del “A favor” o el “En contra” es una derrota política para el gobierno, y ciertamente culturalmente, la más profunda para lo que éste representa para aquéllos que “con moral superior”, llegaron a cambiar la política chilena. Tener que terminar defendiendo la Constitución de 1980 o 2005 (como prefieren llamarla hoy) ya es en sí mismo una herida que las izquierdas chilenas embobadas por ideas identitarias, silencio y cobardía a la cancelación pagan, y pagarán por largo tiempo. Desde la acción política de los más violentos, al silencio aún cómplice de funas o simplemente de mirar para el lado, mientras se dan cuenta de lo que son los “socios” (el caso Montes es el más duro).
Pero sin lugar a dudas, el triunfo del “A favor” significa una derrota más profunda. No sólo se acaba la fantasía de manotear a última hora el quorum de 4/7 de la vigente Constitución (Huenchumilla y un largo etc. dixit), tratando desde el Congreso de allegar el agua al molino de las mismas ideas fracasadas en septiembre de 2022, sino que además, significa “la” obra por la que será recordado el Presidente Boric, quien tendrá en promulgar, casi contra su voluntad, un texto que desprecia y significa todo aquello por lo que dice, supuestamente, ha luchado su sector. Es un reduccionismo, lo sabemos, las elecciones se ganan o pierden en trazos y brochazos gordos, no en los detalles.
Resulta evidente, que en un país que ve con estupor y miedo a la inseguridad, los crímenes atroces, la quiebra de empresas y el desempleo, además de una crisis económica instalada y que no aflojará en 2024, el plebiscito a Boric es un elemento en juego este domingo más profundo de lo que quieren reconocer, pues, saben que ahí radica la debilidad. Para los extremos, el triunfo del “A favor” significará la derrota de la locura octubrista y la visión de un país que no ven, pero quieren ver. Por el otro, en la derecha extrema será la confirmación que, de ganar el “En contra”, habrán contribuido a darle un aliento al gobierno.
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