Columna de Gabriel Zaliasnik: Desasosiego

convencion frente amplio


Por Gabriel Zaliasnik, profesor de Derecho Penal, Facultad de Derecho U. de Chile

Fernando Pessoa describe en su “Libro del Desasosiego” una curiosa reflexión en orden a querer colocar al final de éste una sección denominada “No - erratas”, para describir un pasaje con aparentes desaciertos que en realidad son deseados por el autor.

Eso ocurre con la Convención Constitucional. Sus supuestos errores son en realidad definiciones intencionadas. Hay un afán por deconstruir la nación chilena y fragmentar el territorio en base a un conjunto inédito de autonomías comunales o con características indígenas. Se quieren imponer conceptos ajenos, como la plurinacionalidad que predica el ex vicepresidente boliviano Álvaro García Linera, o consagrar el derecho a consignar en todo documento oficial de identificación la pertenencia a un pueblo originario.

La historia enseña que diferenciar ciudadanos redunda en peligrosos excesos. Sin ir más lejos, el genocidio de Ruanda se basó en la inicial identificación racial de pueblos originarios en los documentos oficiales de identidad, que indicaban si un ciudadano era hutu o tutsi.

Así, no estamos en presencia de errores, sino que de premeditadas definiciones de una elite surgida en parte de la academia y en parte de las entrañas de la violencia delictual del 18 de octubre de 2019. Una elite que ve hoy una mezquina oportunidad de arrogarse el control político y judicial de nuestro país. No hay que dejarse engañar. Muchos liderazgos del proceso constituyente están anclados en el mesianismo de académicos universitarios que están lejos de representar el sentido común y necesidades de la ciudadanía. Otros provienen de medios televisivos y se fraguaron con la utilización de la pantalla y redes sociales, o bien, surgieron de una errada reserva de escaños indígenas que permitió alterar el principio de igualdad del proceso electoral.

De allí el vértigo que Fernando Atria le quiere imprimir a la implementación del texto que surja de la Convención. Es obvio el intento por evitar la reflexión y escrutinio sereno a las normas propuestas y su impacto en la sociedad. Temen que el embrujo constitucional se pueda disipar. Se quiere imponer mediante una política de hechos consumados un modelo que restrinja nuestras libertades y debilite el estado de derecho para que la sociedad desestructurada ya no pueda reaccionar. Saben que cuando el estado de derecho deja de ser tal, las fuerzas de la libertad quedan en total desamparo y desorganización frente a la tiranía totalitaria que controla los hilos del nuevo diseño constitucional. El libreto es conocido; basta ver a Venezuela para comprobar cómo una vez capturado el control del sistema político y judicial, el gobierno mutó a una dictadura de irreversibles características.

Por ello, el dilema binario del plebiscito no es un callejón sin salida. Desaprobar el texto propuesto para aspirar a una Constitución democrática y convocante, evitará el apremiante desasosiego.

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