Columna de Gabriel Zaliasnik: Diez años sin Nisman
Hace diez años, el 18 de enero de 2015, la noticia de la muerte del fiscal Alberto Nisman (Z.L.) sacudió a Argentina, al mundo y a mí en lo personal. Hoy, una década después, la fiscalía de Argentina confirmó lo que siempre sostuvimos quienes lo conocimos: Nisman fue asesinado.
Cabe recordar que días antes de su trágica muerte, el fiscal presentó una denuncia contra la entonces Presidenta Cristina Fernández de Kirchner y otros funcionarios de su gobierno, acusándolos de encubrir a los responsables del atentado terrorista a la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) en 1994. Esa denuncia fue un acto de valentía, pero también selló su destino. En efecto, solo cuatro días después de ella, su cuerpo fue encontrado en su departamento de Puerto Madero, con un disparo en la cabeza. Entonces y por muchos años, el oficialismo explicó su deceso como consecuencia de un suicidio.
Conocí a Alberto en un viaje a Argentina y luego en un congreso en Washington, cuando ya había asumido la investigación del caso AMIA. Su compromiso con la verdad y justicia eran inquebrantables al punto que hizo caso omiso de los riesgos, amenazas y presiones que enfrentaba a diario. Trabajó incansablemente en su investigación con frecuencia hasta altas horas de la noche, sin saber que justamente en una de ellas encontraría la muerte.
La noticia fue devastadora. Recuerdo vívidamente ese momento, ese día, y, especialmente, la incredulidad, el dolor y la impotencia que, como muchos, sentí ante su trágica y temprana muerte. El terrorismo fundamentalista auspiciado por Irán, nos arrebataba a un gran hombre, que con sus acciones hacía que el mundo fuera mejor (a ello en el judaísmo se le denomina Tikun Olam). Su pasión por la justicia era innegable en cada conversación que mantuvimos. No solo era un gran profesional, sino un hombre íntegro, comprometido y desafiante frente a un sistema judicial plagado de corrupción.
De allí que la investigación para esclarecer las circunstancias de su muerte haya enfrentado los mismos escollos que su investigación en el caso AMIA. Durante años la verdad parecía inalcanzable. Sin embargo, gracias al persistente trabajo de fiscales como Ricardo Sáenz y Eduardo Taiano, hoy sabemos que Nisman fue asesinado. La confirmación de su homicidio es un paso clave hacia la justicia, pero aún queda mucho por hacer. El legado de Alberto Nisman es inmenso. Su trabajo en el caso AMIA y su lucha contra el terrorismo dejaron una marca indeleble en la historia de todo el continente.
El versículo “Justicia, justicia, perseguirás” (Deuteronomio 16:20) nos interpela con un mandato ético ineludible. Nos exhorta a la insistencia y perseverancia, repitiendo la palabra “justicia”. Por lo mismo, debemos seguir buscando la verdad y justicia, tanto para Alberto Nisman (Z.L.), como para los 85 muertos en el atentado de la AMIA, cuyas familias siguen luchando hasta el día de hoy contra la impunidad.
Por Gabriel Zaliasnik, profesor de Derecho Penal, Facultad de Derecho, Universidad de Chile
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