Columna de Gabriel Zaliasnik: El delito de hybris

Giorgio Jackson


El concepto de hybris representaba la mayor ofensa que se podía cometer en la antigua Grecia. Suponía la insolencia extrema contra los dioses y el hombre. Incurrían en ella quienes se creían omnipotentes, o exhibían en exceso su arrogancia, desafiando o ignorando todas las normas sociales y legales.

Por lo mismo era un tema recurrente en las tragedias griegas. Lo usaron Esquilo, Eurípides y Sófocles. Este último en Edipo Rey escribió sobre la soberbia desmedida: “Hybris engendra un tirano”. Es decir, se trata de un defecto peligroso, en especial cuando se vincula con los gobernantes. Equivale a la desmesura y grave descomposición que llevan a actuar con total impunidad, menospreciando a los demás.

Ello explica porque frente a la sucesión de casos de corrupción con fondos públicos y la seguidilla de delitos de robo que -coincidente y convenientemente- han afectado tanto a fundaciones investigadas por la Fiscalía, como al Ministerio de Desarrollo Social, anticipando las órdenes de allanamiento e incautación dispuestas por tribunales, la reacción sea de una paralizante conmoción.

En otro contexto y momento, la audaz sustracción de computadores y caja de fondos desde un ministerio podría ser considerada un delito común, pero en la actual coyuntura no tiene nada de normal. Todas las explicaciones son débiles. El ingreso con overoles blancos casi a medianoche, tras una llamada telefónica a la guardia supuestamente suplantando al ministro Jackson para permitir el acceso y retiro de especies por parte de sobrinos de aquel, así como el envío de los computadores en un taxi Uber para su entrega a la abuela de un sujeto que cumple condena en la Cárcel de Puente Alto, supera la imaginación de cualquiera. Es tan burdo que hace recordar los más groseros actos y delitos de la Argentina kirchnerista. Por cierto, al momento de escribir esta columna la caja fuerte sigue sin aparecer.

Así, una verdadera septicemia afecta a nuestra institucionalidad. La gangrena de la corrupción de la mano de algunas autoridades parece no tener límites. La práctica de drenar los recursos públicos, ensayada años atrás por Revolución Democrática en la Municipalidad de Providencia, hoy se repite a lo largo de Chile y corroe hasta las fibras más profundas del diseño político de la actual generación gobernante. Suena duro y políticamente incorrecto decirlo, pero ante la magnitud del desfalco, ante la perplejidad y el asombro resulta indispensable reaccionar.

En palabras de Antonio Machado -bajo su heterónimo Juan de Mairena- “La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero”. Relativizar lo sucedido, ignorar escenarios o descartarlos aduciendo conspiranoia solo refuerza la impunidad de quienes -como el propio ministro Jackson- han incurrido en el delito de hybris, presumiendo de su superioridad moral y exhibiendo un poder sin límites.

Por Gabriel Zaliasnik, profesor de Derecho Penal, Facultad de Derecho U. de Chile