Columna de Gabriel Zaliasnik: El esqueleto
Mientras en Chile “debatimos los escandalillos del día” que nos entretienen morbosamente, nuestra institucionalidad y Estado de Derecho se desfonda a pasos agigantados. En palabras de Juan Pablo Luna en su libro “¿Democracia muerta?”, la nuestra languidece a la par que transversalmente las élites alucinan con recuperar una normalidad que profundas condiciones estructurales subyacentes lo impiden.
Es así como solo en la última semana hemos visto folclóricamente como “hizo agua” la llamada Ley Corta de Isapres consensuada entre el gobierno y el Congreso, destinada a restituir a los afiliados fondos que, también folclóricamente, una defenestrada sala de la Corte Suprema, inmiscuyéndose en políticas públicas, asignó. Como se ha hecho habitual, las culpas del fiasco legislativo en lugar de asumirse por los actores, fueron simplemente evadidas. Sin embargo, la evidente exhibición de incompetencia en el manejo político del tema Isapres, no mermó el entusiasmo del Ejecutivo ni del Legislativo que prontos aprobaron un nuevo Ministerio de Seguridad cuyo real valor se desconoce, más allá del aumento en el tamaño del Estado, y la generación de nuevos espacios de burocracia. Como si se tratará de un talismán para alejar el maleficio que abruma a la política, se lo aprobó para alimentar el hambre ciudadana sin que exista una estrategia clara para abordar el flagelo del crimen organizado. En paralelo, el gobierno retomando su retórica algo resentida, apeló a una nueva reforma tributaria para intentar traspasar por enésima vez una mayor carga impositiva a los pocos chilenos que soportan económicamente la fiesta estatal.
A estas alturas, ¿sinceramente alguien cree que, a la luz de la falta de gobernanza, el estancamiento económico y los permanentes desaguisados de toda índole, es posible confiar en las capacidades técnicas del gobierno para avanzar en este tipo de proyectos? Causa perplejidad el voluntarismo cuasi autoritario carente de toda autocritica y análisis. “La compulsión por saltar a la solución sin terminar de entender el problema” (Luna) parece ser la tónica. Bien podríamos reemplazar el clásico “Por la razón o la fuerza”, por “La solución antes que el problema”.
Saramago, en “Las intermitencias de la muerte”, señala que “no hay nada en el mundo más desnudo que el esqueleto. [….] Reducido a lo que en realidad es, el armazón medio descoyuntado de alguien que hace mucho tiempo dejo de existir, no le queda más que desaparecer. […] Ante nuestros atónitos ojos, los huesos están perdiendo consistencia y dureza, poco a poco se van desdibujando los contornos, lo que era sólido se torna gaseoso, se extiende en todos los sentidos como una neblina tenue…”. Quizás es hora de aceptar que de aquel Chile que con nostalgia evocamos, solo va quedando un frágil esqueleto que se está evaporando.
Por Gabriel Zaliasnik, profesor de Derecho Penal, Facultad de Derecho, U. de Chile