Columna de Gabriel Zaliasnik: “Es´shtinkt drek”
La escritora francesa Anne Berest en su novela “La postal”, reconstruye la huida de su familia ante el renovado antisemitismo que asolaba Rusia. En palabras de su bisabuelo, el olor a azufre y podredumbre de los viejos odios contra los judíos era evidente, por lo que apelando a una expresión en yiddish -dialecto judeo alemán-, “es´shtinkt drek”, los conminó a emigrar. Era una coloquial variante del clásico “algo huele a podrido en Dinamarca” de Hamlet que muchas veces se utiliza cuando las cosas no van bien en un país.
Es precisamente lo que ocurre en Chile, como lo evidenció el sofisticado secuestro y cruel asesinato del disidente venezolano Ronald Ojeda. Este, si bien se suma a una ya demasiado larga lista de macabros crímenes hasta hace pocos años inusuales en Chile, no es un asesinato más que pueda atribuirse irreflexivamente al crimen organizado. La víctima era un refugiado político por lo que las dudas investigativas no se agotarán con la mera aparición de su cadáver. Tampoco ayuda atribuir el delito al “Tren de Aragua”, pues ello solo releva como se ha naturalizado el crimen organizado. Se ha hecho habitual la noticia de cadáveres que aparecen en distintos puntos del país. Es normal el descuartizamiento y son usuales los secuestros extorsivos. Ahora se pretende que sea igualmente trivial el secuestro y asesinato de un refugiado político.
Ello quizás se explique en que para nuestro gobierno es normal la relación de Chile con la narco dictadura de Venezuela. Así lo demuestra la firma de un convenio de colaboración policial con ella, o la irresponsable indiferencia hace dos años frente a los misteriosos vuelos de aviones venezolano-iraníes sin que se dilucidara su propósito, la identidad de sus tripulantes, la naturaleza de la carga, o las personas que entraron o salieron en ellos.
Hace mucho tiempo que algo huele muy mal en los vínculos de políticos chilenos con Venezuela del mismo modo que huele mal el vínculo de Venezuela con Irán. Ignorar la realidad o suponer que Chile está ajeno a los objetivos geopolíticos de ese eje narco terrorista autocrático es ingenuo. En efecto, organizaciones criminales como el “Tren de Aragua” no surgen espontáneamente en el seno de una dictadura ni están desvinculadas del narcotráfico. No es simple coincidencia que Diosdado Cabello -el mismo que se jactó de la capacidad de Venezuela de hacer cualquier cosa en Chile- sea una de las principales autoridades del régimen de Caracas y, según la DEA norteamericana, sea simultáneamente la principal cabeza del poderoso Cártel de los Soles. Por ello, querer separar las bandas de crimen organizado venezolanas del régimen es un autoengaño. Venezuela bien podría ser hoy en sí misma un gran cartel más que un estado nación, en el que cohabitan el dictador Maduro con el poderoso Cabello, siendo el “Tren de Aragua” posiblemente parte de su aparato paramilitar. Algo huele definitivamente muy mal.
Por Gabriel Zaliasnik, profesor de Derecho Penal, Facultad de Derecho U. de Chile