Columna de Gabriel Zaliasnik: Horror y silencio
“Serán otros los que harán la historia […] Solamente puedo decir que sobre esta tierra hay plagas y hay víctimas, y que, en la medida de lo posible, uno tiene que negarse a estar del lado de la plaga”. (Albert Camus en La Peste).
Al escribir esta columna que, tras el Holocausto y la creación del Estado de Israel, jamás pensé tener que escribir, no puedo evitar rememorar cada ocasión, en la milenaria historia del pueblo judío en que este fue víctima del horror, objeto de masacres, persecuciones, ataques salvajes y monstruosos por el sólo hecho de existir. No puedo dejar de pensar en el macabro silencio de tantos que en pleno siglo 21 no pueden exhibir un mínimo de empatía y solidaridad. No puedo dejar de reflexionar en la infinita maldad del grupo terrorista islámico Hamas y la bestialidad de sus horrendas acciones contra civiles, mujeres, bebes, ancianas sobrevivientes del Holocausto, como en la maldad de aquellos -en especial de la izquierda radical- que en el mejor de los casos por viles razones políticas, y en el peor, por un anclado antisemitismo, retardaron o se negaron a condenar sin “peros”, intentando contextualizar, explicar o peor aún negar la magnitud del horror. Claro, no había fotografías de bebes decapitados, sino solo quemados vivos frente a sus padres; se decía que no eran 40 los bebes asesinados, sino algunos menos; claro, si las imágenes que emergían eran hechas con inteligencia artificial; y así una larga lista de infamias propias de la sistemática deshumanización del pueblo judío y la deslegitimación de su derecho a la autodeterminación en su tierra ancestral (único pueblo al que se le cuestiona).
La “sedimentación cultural” del antisemitismo -con el auspicio de Irán- se ha propagado, y explica en parte esa falta de apoyo y empatía cuando el pueblo judío es la víctima. Explica que para algunos parlamentarios en Chile una masacre que toma la vida de casi 1.400 civiles, sometidos a toda clase de prácticas crueles y sanguinarias, solo merezca el calificativo de “episodio” del conflicto, exponiendo crudamente la efectividad en nuestro país del evangelio antisemita y antisionista que alienta el odio contra el pueblo judío y su Estado.
A lo largo de la historia el tren del antisemitismo ha hecho numerosas paradas. Lo hizo en la oscura época de la Inquisición. Lo hizo en la Rusia zarista a manos de los cosacos, durante el Holocausto a manos de los nazis, y ahora modernamente con el fundamentalismo islámico que, ante la indiferencia de Occidente, ha llamado al exterminio de los infieles y del pueblo judío. Ni los atentados terroristas a las Torres Gemelas o la discoteca Bataclan en París, ni la decapitación de múltiples ciudadanos americanos y europeos secuestrados por ISIS y Al Qaeda, entre ellos el periodista de The Wall Street Journal Daniel Pearl, han servido de advertencia. El extremismo islámico perfeccionó el morir por una causa y olvidó como vivir por ella.
Por Gabriel Zaliasnik, profesor de Derecho Penal, Facultad de Derecho Universidad de Chile
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