Columna de Gabriel Zaliasnik: La nave de los necios

La Moneda


En estos días en que a vista y paciencia de todos se siguen revelando antecedentes cada vez más graves que apuntan a la responsabilidad política -y posiblemente penal- de altas autoridades en el expolio de recursos públicos, para nutrir arcas y bolsillos de numerosas fundaciones y organizaciones vinculadas política o afectivamente con ellas, uno no puede sino preguntarse qué explica la débil reacción de la sociedad civil.

La ciudadanía parece atrapada en un estado de perplejidad monumental, que contribuye al descaro con el cual nadie se hace cargo del fraude ni de las probables maniobras de encubrimiento que le han seguido. Todo es burdo: desde el robo de computadores en reparticiones públicas y la caja de seguridad del Ministerio de Desarrollo Social; e, incluso ahora, el teléfono celular del jefe de asesores del ministro Giorgio Jackson.

Hay en el indolente comportamiento del gobierno, incluido el Presidente, un evidente desprecio hacia la inteligencia de los ciudadanos que recuerda las peores prácticas del kirchnerismo en Argentina. Anacrónicos aires peronistas permearon -sin que la cordillera de Los Andes lo impidiera- a la dirigencia del Frente Amplio y de los partidos que lo conforman. Si algo no encaja en el relato o ideas que por años dijeron defender o impulsar, basta con interpretarlo de manera tal que signifique aquello que quieren que signifique. No disimulan. Con desenfado, hoy los delitos y los actos de facilitación de los mismos (flexibilización de exigencias para transferencias de recurso del Estado impulsada por la directora de Presupuestos, Javiera Martínez; omisiones dentro de las directrices de información relevante que se deben reportar al Consejo de Auditoria de Gobierno -coincidentemente integrada por la misma Martínez y dependiente a esa fecha del propio ministro Jackson; ausencia de garantías, tráfico de influencias y amiguismos, etc.) son meras inadvertencias o errores administrativos, faltas menores que se pueden enmendar a futuro, obviando el millonario desfalco. El gobierno se conduce con una obstinación febril, pese a que el canario en la mina -morado de hipoxia- le advierte que agoniza.

Utilizando una imagen satírica de Sebastian Brant, autor de “La nave de los necios”, uno de los primeros libros ilustrados impresos en el siglo XV, Chile navega con una serie de personajes que encarnan vicios y necedades varias hacia un país inexistente. En palabras del escritor de Estrasburgo: “Sin preocupaciones, razón, sabiduría y sentido, hacemos ciertamente un preocupante viaje, pues nadie cuida, mira, observa y atiende a las cartas y al compás marino o al curso del reloj de arena […] tendremos pronto un mal final, pues se nos rompen el mástil, las velas y las cuerdas y no podremos navegar […] No tenemos ni sentido ni astucia para nadar a la orilla, como hizo Ulises después de su desgracia”.

Por Gabriel Zaliasnik, profesor de Derecho Penal, Facultad de Derecho, U. de Chile

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