Columna de Gabriel Zaliasnik: Muchachos
“Muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar, quiero ganar la tercera, quiero ser campeón mundial”, coreaban miles de argentinos en el Obelisco en la víspera de obtener la Copa Mundial de Fútbol en Qatar. Días antes, con similar espíritu reflejado en sus rostros durante la transmisión del canal de TV del Senado, el secretario general y el presidente de esa corporación daban cuenta del fracaso de la primera propuesta de fiscal nacional. Previamente, con fervor de hincha otros senadores, especialmente de oposición, se habían encargado de llevar adelante la tarea de cuestionar y demoler el nombramiento. Sin embargo, la ilusión duró poco pues el gobierno siguiendo el procedimiento propuso otra candidata que no era del paladar de los “piqueteros” del Senado. El frío silencio inicial dio paso a un veto político sin siquiera escuchar a la candidata, concretándose un nuevo fracaso. Otra vez desde la galería y en los rostros de muchos senadores e interesados en capturar el Ministerio Público resurgió el canto de la hinchada. Un sutil zumbido de ese sonsonete pegajoso, “muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar”, animando la que debe ser una trascendental decisión para los ciudadanos de nuestro país.
Estos episodios grafican el profundo deterioro y la debilidad de nuestro funcionamiento institucional. Las fracasadas designaciones revelaron hasta qué punto algunos senadores (aún más grave sería si debiera intervenir la fragmentada Cámara de Diputados) privilegiaron mezquinos intereses individuales -todavía insuficientemente transparentados-, en lugar de entender que su responsabilidad era hacer primar el bien colectivo. Además, evidenciaron la falla estructural del procedimiento de designación vigente, que incentiva el caciquismo y las maniobras para botar la nominación propuesta.
En efecto, cuando se establece un elevado quórum de ratificación y no una mayoría para rechazar la propuesta, se empodera a los parlamentarios díscolos. En contrapartida, si el sistema exigiera conformar una mayoría contraria a la designación, esta necesitaría de claros fundamentos y nadie podría esconderse en abstenciones o ausencias en la votación como ocurrió, resultandos estériles las cobardes maniobras de descrédito ejecutadas.
Aquí no está en juego una copa mundial, aunque pareciera que para ciertos actores este campeonato es más relevante. Controlar la institucionalidad de la persecución penal -quizás en la creencia de cierta impunidad procesal- es una pulsión irresistible. Como poetizó María Elena Walsh, es el exceso de quienes tienen la sartén por el mango, y el mango también. De ahí, que lejos de ser una derrota del Ejecutivo sea una derrota del Senado exhibiendo su peor cara después del enorme esfuerzo desplegado para asegurar su existencia constitucional. A diferencia de lo vivido en Argentina, muchachos, ahora nos han vuelto a desilusionar.
Por Gabriel Zaliasnik, profesor de Derecho Penal, Facultad de Derecho, U. de Chile