Columna de Gabriel Zaliasnik: Suma cero
Con bastante simpleza hay quienes creen que el 4 de septiembre se define irremediablemente el futuro de Chile. Para ello ven al referéndum como un momento único y estático a partir del cual discurrirá nuestra historia nacional. Ojalá fuera así y bastara una simple decisión para despejar el panorama político del país, reconstruir su fracturado tejido, y consolidar el amenazado Estado de Derecho.
Sin embargo ello no ocurrirá, por la sencilla razón que tanto el proceso constituyente como el plebiscito se insertan en un extenso y profundo proceso revolucionario por el que Chile atraviesa desde hace más de una década. Ese proceso, cuyo objetivo indisimulado es reconfigurar por completo el diseño político que permitió nuestro desarrollo tras la dictadura, no comenzó el 18 de octubre de 2019, ni culmina con la aprobación o rechazo de una nueva Carta Fundamental. Como evidencian las encuestas y también las últimas elecciones parlamentarias y presidenciales, el país está profundamente dividido, y ni una Constitución que surja de esa violencia, ni la supervivencia provisoria de la actual Constitución, permitirán superar esta división. El combustible de esta revolución es lo que el filósofo Roger Scruton denomina “transferencia de resentimientos” que se usa para alimentar ilusas esperanzas y propagar venenos sociales.
Por ello, encarar el plebiscito con la lógica de un juego de suma cero, donde el éxito de los triunfadores supone la derrota de los perdedores sería un enorme error. El triunfo de unos en modo alguno se agota en la derrota de los otros. Si se impone el Rechazo, el proceso para redefinir las reglas democráticas de nuestra convivencia nacional deberá necesariamente seguir adelante. En este sentido es un acierto la propuesta de modificar el actual quórum de reformas constitucionales para que el Congreso Nacional pueda abocarse de inmediato a revisar con serenidad el texto vigente. Sería oportuno además suscribir desde ya un gran acuerdo por la civilidad y la democracia. Por su parte, si se aprueba la nueva Constitución, la tensión y polarización se exacerbarán pues quienes la ven como parte de su proyecto revolucionario, radicalizarán sus ya extremas posturas para intentar someter completamente al resto a ellas. Para eso contarán con un texto pétreo y difícilmente reformable, que elimina todo contrapeso político y desmonta el Poder Judicial. Tan evidente es este escenario que la respuesta política a la delincuencia y terrorismo que afectan a Chile, ante la indiferencia del gobierno, ha sido querer requisar las armas legales debidamente inscritas en poder de ciudadanos honestos, en lugar de erradicar aquellas en manos de narcotraficantes o grupos terroristas como la CAM en La Araucanía. Es obvio, la consolidación de una revolución y la imposición de una tiranía requieren la indefensión de la ciudadanía.
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