Columna de Georgiana Braga-Orillard: Hacia el desarrollo sostenible

Lugares Centro de Santiago
Foto: Andrés Pérez


Chile no está inmóvil. La sociedad ha cambiado de manera profunda en las últimas décadas. Algunos de estos avances han sido el resultado de políticas deliberadas, otros de transformaciones lentas y persistentes. También ha habido cambios abruptos. Algunos tienen origen interno, otros resultado de eventos globales. Varios han mejorado el bienestar de las personas, pero otros han generado desafíos.

Este es el tema del nuevo Informe sobre Desarrollo Humano que presentamos como Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en Chile. A casi diez años desde el último Informe, regresamos con nuestro producto de conocimiento insignia para analizar las dificultades, y las oportunidades del país para conducir cambios favorables al desarrollo humano sostenible y proponer soluciones, reconociendo los desafíos recientes del estallido social, la pandemia y los intentos de cambio constitucional.

Los chilenos y chilenas reconocen el dinamismo de la sociedad y demandan más cambios conducidos en la dirección de protección social y derechos. Los datos del Informe revelan que la gran mayoría de las personas desea que el país cambie. Solo una minoría quiere que las cosas vuelvan a ser como antes.

En materia de derechos y protección social, consideran que los cambios han sido insuficientes o bien, no han ocurrido. Desde esa perspectiva, perciben un país estancado o que va de mal en peor. Esta percepción tiene un sustento objetivo: pese al consenso sobre los problemas y a las demandas, las discusiones en torno a ellas, como en pensiones, salud, educación o impuestos, parecen prolongarse indefinidamente y no arribar a acuerdos ni a implementación de políticas.

Estas aspiraciones coexisten con una percepción negativa de la capacidad de los liderazgos políticos para impulsar y conducir los cambios que se demandan. Las personas consideran que la política ha empeorado en los últimos cinco años y la responsabilizan del estancamiento que perciben. Esto no significa que desechen la política. Por el contrario, le exigen que se haga cargo de sus responsabilidades y sus promesas.

Para estar a la altura de estas aspiraciones, tres elementos son clave. Por una parte, el fortalecimiento de un diálogo político que ponga atajo a la polarización y mutua descalificación de las elites. Por la otra, la capacidad de los liderazgos para construir acuerdos. Finalmente, la elaboración de horizontes de futuro colectivo que traduzcan los acuerdos en mapas para un trayecto de cambios de largo plazo y en guías para la acción concreta.

No se trata solo de impulsar cambios en aquellas materias sobre las que existen acuerdos, sino de construirlos en los casos en los que el disenso y las diferencias predominan. Hay un aprendizaje en los dos procesos constituyentes recientes y una corta ventana de oportunidad para hacer los cambios necesarios también en el sistema político. Al fin y al cabo, la ciudadanía pide que la clase política se haga responsable y que construya un futuro resiliente para Chile. Para ello es importante situar a las personas al centro del desarrollo y abandonar las trincheras. Ese es el tenor del desafío.

Por Georgiana Braga-Orillard, Representante residente PNUD en Chile