Columna de Georgiana Braga-Orillard: Escenas de un año bisagra
El 2022 fue un año especialmente acontecido y desafiante para Chile. Podríamos calificarlo como un año bisagra, un período en el cual se gestaron procesos que pueden abrir o cerrar puertas para avanzar hacia la superación de desafíos, tanto recientes como de larga data, o bien dar paso a una etapa de estancamiento.
Los meses que siguieron al plebiscito del pasado 4 de septiembre vieron nacer un diálogo entre los partidos políticos representados en el Congreso que, si bien a veces interrumpido, terminó desarrollándose con entendimiento cívico y dando como resultado un acuerdo que fija plazos y señala un itinerario para formular una nueva propuesta constitucional. Estos avances, sin embargo, no debiesen desviar nuestra mirada de un desafío evidente: los partidos, las instituciones y el sistema político en 2023 seguirán siendo los mismos del 2019.
La desconfianza es un rasgo persistente a más de tres años del estallido social. Y junto con valorar el acuerdo político alcanzado para relanzar un itinerario constituyente, sigue siendo necesario abordar las razones de ese malestar y distancia con la política, lo que constituye un gran reto para el desarrollo del país.
Mientras continúen los avances en la búsqueda democrática de cambios estructurales, la puerta seguirá abierta para abordar con decisión y de manera profunda las razones del malestar social que estuvo en la base de las movilizaciones del último tiempo. Esta dinámica podría evitar la amenaza de un estancamiento, y permitirnos mirar este año como una etapa que posibilite que el país en su conjunto logre sentar las bases del desarrollo.
Desde el PNUD, a través de distintas publicaciones desarrolladas en la última década -antes y después del estallido social- hemos recogido, sistematizado y analizado información sobre la desconfianza en las instituciones, en particular hacia los partidos políticos (Votar o no votar, 2021). A esto sumamos problemas de larga data en la composición socioeconómica y demográfica del país, algunos de estos profundizados por la pandemia: retrocesos en la participación laboral de las mujeres, carencias y desigualdades que van más allá del ingreso y una recuperación pospandemia amenazada por la inflación, temas que fueron motivo de dos de nuestros más recientes estudios (¿Por qué hablar de pobreza en Chile? y Mujeres y retorno laboral en Chile, 2022).
Es indudable que el camino para abordar todos estos desafíos no incluye recetas ni fórmulas infalibles, pero el análisis comparado y la experiencia reciente nos lleva a reflexionar sobre un comportamiento cívico básico: escuchar a las personas. Aquello debiese traducirse en nuevas fórmulas y dinámicas institucionales para una mayor participación, con más inclusión de grupos rezagados en las discusiones y una perspectiva integral y de largo plazo para el desarrollo de Chile.
Por Georgiana Braga-Orillard, representante residente PNUD Chile