Columna de Gloria de la Fuente: Partido ¿de la gente o bisagra?

Cámara de Diputados. 09 de Noviembre 2022
Los diputados Francisco Pulgar (i), Rubén Oyarzo (ci), Gaspar Rivas (cd) y Karen Medina (d), ofrecen un punto de prensa en la Cámara de Diputados, en medio de la ruptura dentro de la bancada del Partido de la Gente tras la elección de la Mesa de la Cámara. FOTO: AGENCIAUNO


Se ha instalado en la conversación pública y especialmente en círculos políticos una cierta preocupación por la creciente importancia que ha adquirido el Partido de la Gente, inscrito formalmente en Servel en 2021. Es el partido nacional con más militantes y en la última elección presidencial obtuvo un 12,8% de los votos, sin que su candidato haya pisado suelo nacional por sus problemas pendientes con la justicia. La preocupación que genera tiene sentido, hemos visto en el mundo surgir movimientos políticos que obedecen a alternativas populistas que, en el corto o mediano plazo, lo que hacen es horadar las instituciones y, además, se transforman muchas veces en partidos bisagra, que no tienen límites para pactar con fuerzas políticas opuestas, con tal de conquistar más espacios de poder. No obstante, esta semana marcó un derrotero distinto para esta tienda política, dado el quiebre interno que se generó por la votación para la elección de la mesa de la Cámara de Diputados, donde algunos parlamentarios optaron por apoyar al oficialismo, lo que generó peleas, disputas e incluso la solicitud de expulsión de quienes no cumplieron la orden de partido.

Probablemente esto no sea raro para una tienda en formación, donde el crecimiento de la bancada se ha dado a costa de la incorporación de figuras que han salido de tiendas políticas diversas y donde se anuncia la llegada de nuevos liderazgos que arrastran en su historial político más popularidad y proyectos propios que solidez en sus convicciones.

La ley de partidos chilena señala que estos son asociaciones donde concurren voluntariamente personas que comparten los mismos principios ideológicos y políticos, siendo su “finalidad contribuir al funcionamiento del sistema democrático y ejercer influencia en la conducción del Estado, para alcanzar el bien común y servir al interés nacional”. Lo cierto es que también son organizaciones que compiten en elecciones por la obtención de espacios de poder que les permitan llevar adelante su programa y su proyecto político, para lo cual aspiran a representar los intereses de la ciudadanía. En consecuencia, así como el resto de los partidos del espectro político compite por alcanzar posiciones de poder, no tiene nada raro que el PDG quiera también hacerlo. El punto relevante es que siendo los partidos las instituciones con los mayores niveles de desconfianza en Chile (y también en el mundo, producto de la llamada crisis de representación), es imperativo que cualquier tienda política que aspire a representar los intereses de la mayoría tenga al menos un proyecto sólido que ofrecer.

Los partidos siguen y seguirán cumpliendo un rol fundamental en la democracia, porque intermedian la relación entre los ciudadanos y el Estado, agregan demandas de la ciudadanía y compiten por representarlas. Así las cosas, es necesario entender que el arte de la política no está en los discursos demagógicos ni grandilocuentes, estos pueden ganar elecciones, pero no contribuir seriamente al bien común ni a la solución cada vez más compleja de fenómenos sociales que requieren respuestas no inmediatistas ni efectistas, sino que sostenibles en el ámbito de las políticas públicas. Eso es lo único que puede garantizar condiciones de bienestar social en el largo plazo. Comprender eso desde la ciudadanía es también fundamental y un ejercicio de madurez cívica. Abandonar los cantos de sirena y exigir consistencia en lo que se propone parece ser el único camino para sostener un sistema democrático en forma.

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