Columna de Gonzalo Blumel: El Sísifo octubrista
“El octubrismo ha sido completamente derrotado”, fue la lapidaria conclusión que recibí en mi WhatsApp de parte de un conocido, luego de que se conociera la petición del alcalde de Maipú, Tomás Vodanovic. El edil frenteamplista solicitó ni más ni menos que presencia militar para contener la “enorme crisis de seguridad” que vive el país, todo esto desde el propio palacio de gobierno y tras reunirse con la ministra del Interior, Carolina Tohá.
El punto impresiona porque, al fin y al cabo, si hay una imagen que quedó tras el estallido social fue la del entonces diputado Gabriel Boric increpando a los militares en Plaza Italia, reclamo que fue secundado por la Mesa Nacional del Frente Amplio, que protestó indignada contra el despliegue de las FF.AA. cuando ya habían sido atacadas 77 estaciones del Metro y se producían masivos saqueos, bloqueos de carreteras y ataques incendiarios a edificios públicos y privados.
Ahora, desde el sillón de O’Higgins, la realidad es radicalmente distinta para el Mandatario: ya acumula casi 700 días con militares en La Araucanía y Biobío, convoca sin ningún problema al Cosena, impulsa con entusiasmo una ley sobre infraestructura crítica (algo que hace no mucho se rechazaba ácidamente), e incluso señala que no se cierran al despliegue de militares en zonas urbanas. Más aun, admitió que está evaluando una reforma constitucional para poder realizarlo mediante decreto. A tanto llega el repliegue frenteamplista que el presidente de RD, Diego Vela, salió a reconocer que les faltó colaborar más en temas de seguridad cuando eran oposición.
Este giro, el de los militares enfrascados en temas de seguridad, como se sabe, no es el primero ni el más osado que realiza la actual administración. Hoy gobiernan de la mano de la ex-Concertación, respaldando a las policías, oponiéndose a los retiros de fondos previsionales, pregonando la responsabilidad fiscal, promoviendo el crecimiento económico, los tratados económicos internacionales y las “industrias extractivistas” (¡si hasta se asociaron con Julio Ponce Lerou!). Aunque por lejos el momento de mayor simbolismo fue la guardia de honor realizada al expresidente Piñera en sus funerales de Estado, a quien -luego de amenazar con llevarlo ante las cortes internacionales- terminaron por reconocer como un “demócrata desde la primera hora”.
En suma, la gran ironía, y quizás el gran castigo en términos políticos, es que hoy deben gobernar defendiendo lo que abjuraron. Hasta el flamante eslogan estrenado en la semana para conmemorar la mitad del mandato (“Chile Avanza Contigo”) tiene un inquietante parecido con el que se utilizó en el primer mandato del Presidente Piñera (“Chile Avanza con Todos”).
Es probable que todo esto resulte en extremo fastidioso para las huestes oficialistas. Prácticamente no hay semana en que no caigan en flagrantes contradicciones. Su irresponsable conducta previa (y su incontinencia tuitera) hoy les pasa la cuenta. Las explicaciones ensayadas, en general chapuceras, nunca terminan por convencer a nadie.
Cambiar de posición sin duda es legítimo. Modificar o flexibilizar ciertas ideas preconcebidas, sobre todo cuando se gobierna, revela inteligencia y madurez. Sin embargo, el ejercicio será inútil mientras dichos giros no sean debidamente fundamentados. Se requiere al menos una explicación breve, dos o tres conceptos, que permitan entender por qué lo que ayer no era aceptable hoy resulta necesario. Mientras aquello no ocurra será imposible creer en la sinceridad de sus nuevas posiciones (algo que el PC se encarga de reforzar con cada nueva declaración). Y mientras tanto, como un Sísifo moderno, seguirán cargando con su pasado una y otra vez. Como un gran escarmiento. Como una gran e interminable derrota.
Gonzalo Blumel, ex ministro del Interior y de la Secretaría general de la Presidencia.
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