Columna de Gonzalo Cordero: El gobierno del embajador

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El problema no es el embajador. Efectivamente, ha cometido los desatinos que conocemos y es lamentable que nuestra representación diplomática ante España sea dirigida con esa falta de profesionalismo. A estas alturas, no se percibe cómo puede beneficiar a nuestros intereses permanentes un funcionario que no tiene claro ni la finalidad de su cargo, ni sus bordes. Pero, pese a todo eso, él es solo un síntoma, la expresión visible e inocultable de un equipo que llegó al poder antes de tiempo, con las ideas equivocadas y, peor aún, desconectado de la realidad. El verdadero problema es mucho más sistémico.

Se puede ser mesiánico por ideología, como es el PC, o por inmadurez. Este último caso, me temo, es el del Frente Amplio. Un grupo de dirigentes estudiantiles que pasaron de la universidad a la política, sin haber vivido la etapa indispensable de la experiencia laboral, ser dirigidos y dirigir, ser evaluados según sus resultados, cumplir reglas; pero, especialmente, experimentar el impacto de descubrir que los libros y las teorías, siendo indispensables, suelen ser la expresión de ideales más o menos alejados del mundo real.

Los dirigentes estudiantiles creen -en buena hora- que pueden cambiar el mundo, que la injusticia, la pobreza, el mal, son consecuencia de una o más generaciones de incompetentes que los precedieron, de cobardes que se acomodaron y de “los sospechosos de siempre” que amañan todo a su favor. Esos mismos estudiantes, luego de un tiempo en el mundo real, generalmente comprueban que en todo eso hay algo de cierto, pero en un grado muy relativo, que la mayoría de sus predecesores eran bastante más capaces de lo que ellos pensaban y que la vida es más compleja que el mundo que habían idealizado en los patios universitarios, las asambleas y las marchas.

Nuestros gobernantes, el grupo que define la identidad del equipo que nos conduce, creen, partiendo por el Presidente Boric, que le pueden dar lecciones a las principales potencias, que Chile es capaz de incidir en el dramático conflicto del medio oriente y que las relaciones internacionales son función de su ideología. En definitiva, se comportan como si el mundo se dividiera entre buenos y malos, siendo ellos los llamados a salvar a los primeros y condenar a los segundos.

Por eso, en su gestión, se han estrellado contra el muro de la realidad que ignoraban e idealizaron. Ni nueva constitución, ni refundación de Carabineros, ni la tumba del neoliberalismo, ni seguridad social estatal, ni estructura tributaria socialista. De fracaso en fracaso, solo queda la impostura de su posición anti Israel, su agenda “valórica” testimonial para intentar salvar los muebles en las próximas elecciones y declaraciones grandilocuentes sobre la delincuencia, la misma que hasta ayer explicaban como consecuencia de las injusticias estructurales.

El embajador en España es expresión de esta inmadurez y “llamarlo al orden” es inútil. Él solo encarna la visión política fantasiosa e inmadura del equipo que nos gobierna.

Por Gonzalo Cordero, abogado

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