Columna de Gonzalo Cordero: Empresas privadas

Empresas privadas
Empresas privadas: (Javier Salvo/Aton Chile)


Estos días hemos escuchado personas que, con indisimulado entusiasmo, resaltan la ineficiencia de las empresas de distribución eléctrica. Hay cierto desafío implícito, algo así como: “ya pues, digan algo los partidarios de la empresa privada”. Otros, un poco más audaces, van más lejos y aventuran que todo habría sido mejor si el Estado siguiera siendo su dueño, incluso recuerdan con mitológica nostalgia a Chilectra, pero la que era “de todos los chilenos”, antes de que el demonio del lucro y la avaricia la pusiera en las garras de los grupos económicos.

¿Será cierto todo esto? Desde luego que no. Una mitad son fantasías y la otra, muñecos de paja inventados para quemarlos. Vamos por partes. Las empresas privadas, igual que las estatales, están formadas por la misma especie de homínidos bípedos a los que llamamos seres humanos. La mayoría son codiciosos y la única ley que siguen con devoción y sin necesidad de que se les imponga coercitivamente, es la del mínimo esfuerzo. Por lo tanto, en ambas encontraremos ineficiencia, corrupción, abusos, así como casos de talento, honestidad y valores éticos. Pero en un caso -las privadas- la eficiencia, capacidad de crear riqueza, innovar y satisfacer a los consumidores es mucho mayor que en las otras -las estatales-, por una sola y principal razón: los incentivos.

Es tan obvio, pero tan difícil de aceptar para los estatistas de todo signo, que cuando las empresas tienen un dueño concreto, con rut y patrimonio determinado, sus utilidades y sus pérdidas se radican de inmediato en el propietario. Si cualquiera de las empresas de distribución de gas domiciliario vendiera balones al precio que logró el exministro Jackson, sus dueños habrían quebrado, sus gerentes estarían cesantes y otra la habría reemplazado. La entelequia esa de las empresas “de todos los chilenos” es solo eso, una abstracción; sus ineficiencias, pérdidas y abusos se diluyen en el presupuesto estatal, se disimulan y maquillan.

¿Todas las privadas son buenas? No, pero las malas quiebran. ¿Todas las estatales son malas? No, pero no quiebra ninguna y sus pérdidas no salen del bolsillo de ninguno de sus gerentes, ni de ningún ministro o parlamentario. Las pérdidas de las estatales sencillamente “se pierden”.

¿Y Enel? Eso da para una reflexión más larga, pero cualesquiera sean las verdaderas razones del desastre, no hay duda que una parte importante es de su administración, irritantemente silente, que debe ser duramente sancionada y estoy cierto que muchos de sus gerentes llevan varios días sin dormir. Pero la otra parte de la responsabilidad, igual o mayor, es del Estado, cuyas autoridades definen los parámetros del concesionario, sus tarifas, montos de inversión y plazo, le han fijado precios al sector, generado incertidumbre regulatoria y que quieren tarifas bajas, inversión alta y cero fallas. Quieren chicha y chancho, pero cuando se producen los problemas acusan y pontifican, olvidando todo lo que han hecho. Y ahí, también estoy cierto, todos han dormido regio.

Por Gonzalo Cordero, abogado