Columna de Gonzalo Cordero: Las ilusiones perdidas

ELECCIONES CONSEJO CONSTITUCIONAL
07/05/2023 ELECCIONES CONSEJO CONSTITUCIONAL FOTO: MARIO TELLEZ / LA TERCERA


Así, como esta columna, se titula una de las mejores novelas de La comedia humana, la extraordinaria obra de Balzac. Además de ser imprescindible para quien guste de la literatura y la política, su título ya nos anticipa que en las relaciones humanas abundan los sueños que se desvanecen ante el peso de la realidad, generalmente implacable, que se impone más allá del voluntarismo o los bailes de máscaras que suelen abundar alrededor del poder.

La Constitución vigente establece las bases de un orden jurídico, una distribución del poder y una concepción de los derechos individuales, que han hecho posible la inversión gracias a la seguridad que provee, el despliegue de la creatividad empresarial y un Estado que se ha enfocado, por la subsidiariedad, en los más necesitados. El resultado es evidente: en pocas décadas nos convertimos en el país más desarrollado de América Latina, con menor pobreza y mejor calidad de vida.

Pero nada es perfecto, la naturaleza humana lleva en sí las distorsiones que producen fraudes, abusos, exceso de codicia que se expresa bajo la forma de colusiones o corrupción de distinto tipo. Todos esos vicios emergen, y de peor manera, en los regímenes socialistas, donde se agregan otros bastante peores, pero acá las redes sociales, una parte de la élite política, de los medios de comunicación e incluso académica, alimentó por años un discurso disociador que mostraba y exageraba nuestras fallas, presentándolas, además, como únicas.

Sistemáticamente se convenció a la mayoría de los chilenos que la Constitución era la fuente de todos sus problemas, “el país más desigual del mundo” nos dijeron que éramos; alimentaron el resentimiento con la promesa de que era posible seguir creciendo, trabajar menos y ganar más; cobrar más impuestos sin afectar la inversión, y vivir bajo el paraguas de la gratuidad en educación, salud y transporte, a lo menos.

Y las ilusiones, junto con la rabia, prendieron. La violencia y la anomia se instalaron, permitiendo que los profetas de la revolución obtuvieran lo que buscaban: el gobierno y un proceso constituyente con amplias mayorías; así, pudieron redactar lo que quisieron, sin contrapeso. El resultado es conocido en ambas dimensiones: la gestión de gobierno ha estado marcada por una situación de inseguridad grave y creciente, problemas económicos, desempleo, listas de espera, colegios emblemáticos destruidos. De la promesa de condonar el CAE ni hablar. La propuesta de nueva Constitución que le ofrecieron al país era un conjunto de delirios que, de haber prosperado, nos dejaba a las puertas del chavismo.

Fue demasiado, así de simple. En un corto tiempo, las promesas chocaron con la realidad, haciendo evidente que todo fueron sueños vendidos por falsos profetas: la “primera línea”, los constituyentes que votaban desde la ducha, los jóvenes buena onda que iban a cambiarlo todo.

Como de Rubempré, el personaje de la novela de Balzac, los chilenos despertaron a la realidad y las ilusiones se perdieron. Eso es todo.

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