Columna de Gonzalo Cordero: Monumento a Sebastián Piñera
Esta semana se cumplirá un año del fallecimiento del expresidente Sebastián Piñera y el aniversario llega en el contexto de un debate pequeño, pero que expresa solapadamente un tema de fondo: ¿Debe erigírsele un monumento como el que tienen otros exgobernantes frente a La Moneda? La presidenta del Partido Socialista, ejerciendo la representación política, cultural y simbólica que tiene su colectividad en la izquierda dijo que no, que careció de la calidad moral para recibir ese homenaje.
Es obvio que la objeción tiene un alcance mucho más general y profundo. Lo que en realidad está diciendo la senadora es que la derecha no tiene la calidad moral para gobernar y, por ende, para que alguno de sus presidentes, cualquiera sea, reciba el reconocimiento de legitimidad que supondría la validación transversal propia de los símbolos de la República. De eso se trata, nada más y nada menos.
Basta mirar la prensa de estos días, referida a la nula reconstrucción de las viviendas arrasadas por el incendio de hace un año en Viña del Mar, para poner en perspectiva la colosal reconstrucción de buena parte del país que realizó el expresidente después del terremoto de 2010. Pero eso es solo un ejemplo, al que habría que sumar el rescate de los 33 mineros y, por cierto, su manejo de la pandemia. Detrás de estos casos hay millones de personas que fueron beneficiadas -muchas de las cuales le deben literalmente la vida- por su acuciosidad, capacidad de trabajo y compromiso personal con los resultados concretos.
Por ello, sería un error entrar en el ardid del debate miserable, el de la justificación de los méritos de la persona, ignorando el inmenso valor que hay en sus gobiernos. Caer en las comparaciones odiosas, permitir que se haga una especie de balance contable de sus luces y sombras, que es lo que buscan sus adversarios, pero es precisamente lo que no se debe hacer.
La dirigencia de izquierda, hay que reconocerlo, tiene una alta conciencia del valor que tienen los símbolos en política y un monumento al expresidente sería el recuerdo permanente de que la mayoría de los chilenos, en dos ocasiones y en elecciones libres, prefirió legítimamente la alternativa de centroderecha y que esa confianza fue servida con una responsabilidad y dedicación que son definitivamente excepcionales en la sociedad contemporánea.
Ese monumento -y esto es lo más importante- recordará el gobierno democrático que la izquierda intentó hacer caer, volviendo ingobernable el país mediante la violencia, el fuego y la destrucción del estado de derecho, sin importar el costo que ello tuviera para los chilenos. Esa verdadera asonada, ejecutada materialmente por la extrema izquierda, recibió el apoyo expreso y tácito de casi toda la izquierda en sus expresiones políticas y culturales.
Se trata de evitar el símbolo de legitimidad, pero especialmente el recuerdo incómodo del asedio, la violencia y el chantaje político que llevó al proceso constituyente. Esa es la verdadera razón moral para oponerse al monumento.
Por Gonzalo Cordero, abogado
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