Columna de Gonzalo Cordero: Mucho más que un papelón
Escuché a alguien decir que la compra desistida de la casa que fue del expresidente Allende y que hoy es propiedad -entiendo- de dos de sus nietos, uno de los cuales es la ministra de Defensa, es el papelón de año. Y es verdad, pero es eso y mucho más. Ojalá fuera solo un papelón, un error que, por su envergadura, su publicidad y la responsabilidad de quien lo comete, provoca vergüenza ajena. A fin de cuentas, todos nos equivocamos, podría decir alguien, pero aquí el asunto va más allá, el error es solo una expresión de lo que caracteriza a nuestros gobernantes y, en general, a buena parte de la dirigencia política de esta época.
Lo primero que molesta, una vez más, es la brutal contradicción entre la soberbia que mostraron los actuales gobernantes cuando fueron oposición y su negligencia actual. Cómo no recordar el tono altanero de quienes diagnosticaban los problemas, dictaban cátedra de las soluciones y descalificaban moralmente no solo a sus adversarios de derecha, sino a esa socialdemocracia acomodaticia que se había entregado al modelo perverso que ellos iban a enterrar.
Los que gobernarían diferente, porque tenían otra escala de valores, hoy dan muestra de ni siquiera conocer la regulación mínima, las disposiciones constitucionales que ordenan el ejercicio de los más altos cargos del Estado. Es mucho más que el error, es el eco de la soberbia que todavía resuena en nuestros oídos la que verdaderamente molesta.
Es la soberbia que ahora se expresa en el trasfondo de querer determinar nuestra historia, convirtiendo en altares de veneración los lugares que asocian a sus mitos, pero que para una parte muy importante del país es el recuerdo de la tragedia, la división y el abuso de la mentalidad totalitaria que nos arrastró a uno de los peores rincones de la Guerra Fría. Me refiero, por cierto, a la casa del expresidente Allende. La figura del gobernante socialista, en cuanto persona, merece respeto. Tuvo una vida dedicada a la política, ganó legítimamente la Presidencia de la República y encaró con valentía el epílogo de la tragedia.
Pero su gobierno merece el juicio lapidario acorde a sus resultados y falta mucho para que nuevas generaciones, mirando con verdadera perspectiva histórica, puedan llegar a tener un balance relativamente objetivo y racional de esa época. Por el momento, usar el poder y los recursos del gobernante para zanjar históricamente las discrepancias políticas es expresión de la misma soberbia y falta de espíritu plural que se les asomaba como dirigentes estudiantiles y que luego los llevó a abusar de su poder como parlamentarios.
Convertir en museo la casa del expresidente en cuyo gobierno se destruyó la democracia y nuestro país cayó al fondo en cualquier parámetro social, jurídico, político o económico, pero que la estatua del general Baquedano siga escondida en el patio de un cuartel, es el símbolo de lo que está mal en nuestro país, de la distorsión valórica y de nuestra pérdida de unidad en un proyecto de sociedad. Es mucho más que un papelón.
Por Gonzalo Cordero, abogado
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