Columna de Gonzalo Cordero: Otro lejano 21 de mayo
Como todos los años, y mientras tenga el privilegio de ocupar este espacio, dedico mi recuerdo a Prat en la fecha más cercana a su extraordinario testimonio de honor y valentía. Porque Prat es eso, el ejercicio real y concreto de una combinación de valores escasos, a los que no puso condiciones, respecto de los cuales no teorizó, ni pontificó. Por alguna razón, nunca he podido imaginarme al héroe de Iquique presa de la indignación, ni frustrado por estar al mando de un buque viejo, ni menos con la amargura de sentirse víctima de una misión injusta.
Es el hombre sereno, que asume el destino al que lo condujo su vocación, que en la intimidad de su cámara escribe la carta con la que se despide de su mujer y sus hijos, porque sabe que ese día, varias horas más tarde, lo espera el momento en que tendrá que honrar su compromiso de rendir la vida si fuere necesario y a él le tocó estar en la situación en que sería necesario. Eso es todo, no hay ira, ni menos resignación, hay valentía, pero sobre todo esa cualidad que hoy es tan escasa, incomprendida y ajena: el honor.
A nosotros nos toca vivir en la época de la indignación, de la protesta contra las estructuras, de la rebeldía, pero con un rasgo esencial: sin sacrificio personal. Prat no estudió derecho para denunciar la injusticia, sino para ayudar con acciones concretas a que su entorno fuera un poco más justo. No fue a la guerra ni a las Cortes a ejercer de rebelde, una de sus acciones más simbólicas de aquella mañana fue vestirse con el uniforme más elegante que disponía, porque cuando el sacrificio tiene sentido es también una ceremonia, un rito. Pero los rebeldes de hoy no saben de ninguna de esas cosas, no entienden de ritos, ni menos de sacrificios.
Hace unos pocos años se cambió la fecha en que el Presidente de la República rinde la cuenta anual al país, que antes se hacía el 21 de mayo. Las razones prácticas por las que se hizo son atendibles, pero se perdió un sentido simbólico muy importante: que el primer servidor público rindiera cuenta el día en que Prat nos dejó el testimonio de cómo se cumplen los deberes con el país. Ahora es un día cualquiera, tal vez eso también ayude a que se cumpla de cualquier manera o, lo que es lo mismo, que importe poco si no se cumple.
Esta semana se anticipó que el Presidente anunciará la tanta veces repetida condonación del CAE. Algunos dicen que, como es una promesa de campaña, el gobernante tendría una suerte de derecho a concretarla. Ese es el nivel de confusión en el que estamos. Como si el populismo engendrara obligaciones lícitas y, por lo tanto, exigibles. Premiar a los que usaron recursos públicos, permitiéndoles defraudar el interés general sin importar su condición económica, se plantea como algo bueno y deseable. Ha sido un economista socialdemócrata el que ha tenido el valor y la honestidad de decir la verdad: es inmoral.
Que lejos parece hoy aquel 21 de mayo, ese en el que el honor y el valor se fundieron con la gloria en uniforme de marino.
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