Columna de Gonzalo Cordero: Problemas grandes y líderes pequeños

Nuevos liderazgos


“Vivimos en una era de problemas grandes y liderazgos pequeños”, decía Moisés Nahím, en estas mismas páginas hace pocos meses. La frase da cuenta de su visión acerca de la crisis de las sociedades occidentales: la incapacidad de su organización política y de sus principales líderes para enfrentar el proceso de profundos cambios en que estamos insertos.

Sería fácil hacer una crítica inmisericorde a lo que pasó con la oposición en el Senado esta semana, todo lo que se podría decir es bastante obvio: personalismo, desorden, indisciplina para autocontener ambiciones y querellas individuales, carencia de conducción, cierto grado de impudicia. En fin, una expresión clara del acierto de Nahím al definir esta época como una de pequeñez en los liderazgos.

Pero la izquierda hace mal en solazarse con el espectáculo de sus oponentes. Con todo, éste no alcanza ni de lejos para cubrir el que han dado sus propias miserias, porque con todo lo criticable que sea lo del Senado, convengamos en que no se acerca a la colección de vulgaridades acumuladas en casos como la relación impropia del ex subsecretario del Interior con una funcionaria bajo su dependencia y que hoy lo tiene imputado por violación, junto con la reacción que tuvieron las principales autoridades de La Moneda cuando conocieron del caso. Qué decir de las conversaciones de la entonces presidenta de la Cámara de Diputados con la ex alcaldesa de Santiago. Ni siquiera el leninismo del PC ha sido capaz de sobrevivir a estos tiempos, la disputa por la candidatura presidencial entre Daniel Jadue y Jeannette Jara es un espectáculo impropio de la frialdad implacable del estalinismo de antaño, que podía ser cruel e impúdico, pero difícilmente frívolo.

Sin embargo, no se trata de empatar, porque aquí no hay empate, hay sumatoria. Las pequeñeces de unos se suman a las de los otros y abonan el terreno para la apatía ciudadana con la política y, lo más importante, con las instituciones. Esa desafección, incredulidad y sospecha permanente respecto de todo y de todos, es el terreno en que surgen los oportunistas, algunos son populistas y otros mesiánicos autoritarios que, por lo menos, ofrecen orden.

En general, quienes ejercen influencia sobre la política, ese grupo al que llamamos la élite, parece enfrentar todo con un sello de nostalgia, mirando hacia atrás y anhelando el retorno de una época en que habían “líderes de verdad y el país crecía”. Hacen llamados a la unidad y reclaman el retorno de la democracia de los acuerdos. Pero nada de ello es posible, como tampoco el concepto del centro y la moderación del siglo XX parecen ser la respuesta de hoy.

La sociedad se ha movido, presa de la desconfianza y del espectáculo permanente que han abierto las redes sociales; hoy más bien es la hora de tomar partido en defensa de una racionalidad esencial, en el resguardo de ciertos derechos fundamentales, en el ejercicio imprescindible de la autoridad. Aunque los liderazgos sean pequeños, sigue habiendo ideas grandes. Es fundamental no olvidarlo.

Por Gonzalo Cordero, abogado

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