Columna de Gonzalo Cordero: Todos somos mortales

Boric antártica


Esta semana conocimos el escándalo de los aportes a la Fundación Democracia Viva, el Decreto del Ministerio de Ciencia por el que se crea la “Comisión Asesora contra la Desinformación” y, por último, el viaje a la Antártica del Presidente de la República con un grupo de ministras, de los comandantes en Jefe de las FF.AA. y los directores de ambas policías.

Son hechos diferentes, a los que se puede atribuir también distinta gravedad, pero que finalmente expresan el efecto distorsionador que el poder produce en los seres humanos. Horada las convicciones éticas, desconecta de la realidad y conduce casi inevitablemente al abuso sobre los demás, porque lleva a identificar las posiciones propias con el bien y la verdad.

Los mismos que criticaron desde la superioridad moral los treinta años; que lapidaron en la plaza pública a los involucrados en financiamiento irregular de la política; que denunciaron la falta de democracia, supuestamente aplastada por la influencia de los poderosos; los mismos que acusaban el “duopolio”, se demoraron unos pocos meses en crear fundaciones que recibieron millonarios recursos del Estado, mediante asignaciones directas, decididas por personas relacionadas por vínculos políticos y personales, para fines que hasta ahora justifican las peores sospechas, que corresponderá a las instituciones del sistema de justicia aclarar.

Crearon, desde el gobierno, una comisión que va a estudiar la desinformación y que, nos dicen, será solo asesora, no pretende establecer la verdad, solo estudiar el “fenómeno”. Si esa fuera la motivación disuélvanla mañana, porque los ministerios no están para estudiar los problemas, están para resolverlos, cuando ellos caen dentro del ámbito de su competencia. Aquí está el problema, que el gobierno tiene el deber de informar, pero no de controlar, ni determinar la veracidad de las informaciones emanadas de terceros. El poder se relaciona mal con la información, la mejor regla es la frase de aquella conocida canción: “no meta las manos ahí”.

¿A quién se le puede ocurrir llevarse, en un momento de grave emergencia, literalmente de paseo al polo sur, a un cuarto del gabinete y a las cabezas de las instituciones de la Defensa y el orden público? Solo a un grupo que perdió contacto con la realidad, si es que alguna vez lo tuvo. Perdónenme la duda.

Por eso, no hay mayor avance civilizatorio que el gobierno de la ley, organizando la atribución, ejercicio y control del poder en el Estado Democrático de Derecho y dejando la solución del problema económico al mercado. Esa combinación, en su correcta aplicación, dispersa el poder, lo limita y lo renueva periódicamente. Lo que hemos visto esta semana no es más que los efectos corruptores del poder, que emborracha más que el mejor licor.

Se marearon y demasiado pronto, es necesario que la gente democráticamente les recuerde a nuestros jóvenes gobernantes, igual que se recordaba a los generales romanos, que todos somos mortales. Ellos también y esta semana se les notó mucho.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.