Columna de Gonzalo Cordero: Trump

El problema de Europa es que es un continente que lleva ochenta años viviendo de prestado.
Últimamente es de buen tono criticar a Trump, decir dos o tres obviedades sobre su carácter desagradable, su falta de lealtad con las reglas y la actitud de matón con la que gobierna Estados Unidos; todo esto unido, por supuesto, a la solidaridad con Europa, continente culto, refinado, que hoy se ve expuesto al abandono incomprensible del “gorila”. Es fácil y cómodo dividir así la realidad, de manera que tomar posición no implica costo alguno, forma sutil de maniqueísmo que ignora que nunca los problemas complejos tienen respuestas así de simples, así de nítidas. Pero el problema de Europa no es Trump.
El problema de Europa es que es un continente que lleva ochenta años viviendo de prestado. Descargó una proporción sustancial de su defensa en Estados Unidos, ha sostenido de manera tozuda un sistema de bienestar desfinanciado que los tiene económicamente estancados y en las últimas dos o tres décadas ha quedado capturada de complejos influidos por el llamado pensamiento “woke” que ha horadado los valores culturales de la modernidad, que ella lideró y sobre los que se levantó la supremacía de Occidente.
Escuché a José María Aznar, el ex presidente del gobierno español, decir que hace menos de dos décadas Europa representaba el veinticinco por ciento de la economía del mundo, hoy es apenas el quince. Alemania, su motor económico, lleva años sin crecimiento. Su apuesta energética ecológica fue un fracaso que solo los hizo dependientes del gas ruso -que siguen comprándole a Putin- y contribuyó a su decadencia productiva. La natalidad viene cayendo sostenidamente, todo lo cual lo ha convertido en un continente envejecido y con una crisis demográfica que se suma a la económica.
En paralelo, Asia crece y se convierte en la zona del mundo en que se juega todo. Allí está la mayor parte de la población mundial; por ende, el mayor mercado. Su desarrollo tecnológico y económico amenaza con reemplazar y desplazar a Occidente. Cuando Churchill fue a Estados Unidos a decirle que la amenaza del nazismo no era un problema de Europa, sino del mundo, tenía razón. Y luego, también la tuvo cuando denunció que tras la “cortina de hierro” estaba el enemigo que podría destruir la libertad. Así se creó la OTAN y así vivió Europa más de medio siglo, cómoda en el regazo de los misiles del gigante norteamericano.
Pero ese mundo se acabó y por supuesto que es muy desagradable que eso se lo haga saber de la peor manera, sin ningún respeto por las formas, un gringo que no se abrocha la chaqueta, con lenguaje de matón y que convoca a la prensa para humillarlos. Se lo podrían haber dicho en privado, con la caballerosidad de Obama, el encanto de Clinton y la simpatía de Reagan, pero el resultado habría sido el mismo.
Las políticas equivocadas tienen consecuencias, esa es la lección que nosotros debiéramos sacar, que el estatismo y el exceso de regulaciones conducen al fracaso. Pero hacer eso es complicado. Mejor criticamos a Trump, nos declaramos demócratas y nos quedamos tranquilos. Lo que dure.
Por Gonzalo Cordero, abogado
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