Columna de Gonzalo Cordero: Un homenaje a las viejas...
Yo no sé usted, estimado lector, pero este humilde columnista está un poco cansado del discurso odioso y soberbio que describe nuestra sociedad como una colección de abusos estructurados por el capitalismo heteropatriarcal. Todo se reduciría a mecanismos de dominación mediante los cuales el hombre blanco, capitalista y heterosexual, se las habría arreglado para subyugar a los más variados grupos de minorías y, por supuesto, a las mujeres.
Eso que llamamos cultura occidental, o sea la civilización, no sería más que un gran fraude. La democracia, una burla. Un arreglo meramente formal que perpetúa la inicua distribución del poder y que, por lo mismo, debe ser reemplazada por ese engendro de versión sustantiva en el que, se advierte fácilmente, curiosamente sacrificaríamos la libertad para tener democracia. Una contradicción en los términos.
El Estado de Derecho, es visto como reglas concebidas a favor de los poderosos. Otro engaño. Instituciones como la presunción de inocencia o el debido proceso, solo favorecen la impunidad de violadores y abusadores. Deben descartarse desde ya y ser reemplazadas por expresiones sentenciosas como: “el violador eres tú” o “amiga, yo te creo”.
La justicia ya no puede ser independiente y los jueces fallar de acuerdo a la ley, ahora tiene que ser “de género”. Reconozco que no he logrado entender lo que es eso, pese a haber leído muchas explicaciones y ver que, incluso, se entregan premios a juezas por su capacidad de fallar con esa “perspectiva”. ¿Se podrá recurrir de casación contra una sentencia si no se dicta con perspectiva de género? ¿En la forma, en el fondo? ¿O constituirá la falta o abuso que da lugar a la queja?
Voy a ser sincero, siempre me pareció que detrás de todo este discurso identitario no había más que una nueva arremetida del socialismo que, fracasado en su versión tradicional del siglo XX, buscaba nuevos intersticios por donde colarse. Pero que bastaría escarbar un poco para descubrir que debajo de todo esto estaba, en verdad, una agenda político electoral, la misma de siempre e impulsada por los mismos de siempre. Que el “amiga, te creo” iba a durar hasta que el acusado se saliera del estereotipo para el que fue concebido.
En ese sentido, aunque las últimas semanas han sido deprimentes de muchas formas, también han sido clarificadoras. Ahora que los imputados por violación y abusos han sido prominentes dirigentes políticos de izquierda la reacción ha sido más bien de “amiga, no te creo” y se ha recurrido, sin recato ni caridad, a la descalificación de las denunciantes. De los pañuelos verdes nunca más se supo, de los grupos musicales ad hoc menos, de marchas para qué hablar.
Por eso, estas líneas son para rendir homenaje a las viejas instituciones que hoy invocan con devoción en La Moneda: la presunción de inocencia, el Estado de Derecho y la reserva de las investigaciones. Es que, después de todo, ha quedado claro que, aunque son viejas, cuando los imputados son ellos, siguen siendo buenas, necesarias, justas.
Por Gonzalo Cordero, abogado
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