Columna de Gonzalo Cordero: ¿Y dónde está el piloto?
En la década de los setenta del siglo pasado, el cine tuvo varias películas sobre grandes tragedias, como “Infierno en la torre” o “Aeropuerto”. En los años siguientes tocó el turno a las parodias, una de las mejores fue la genial producción, protagonizada por Leslie Nielsen, “¿Y dónde está el piloto?”. El arte también sigue la máxima de Marx, acerca de que la historia primero se vive como tragedia y después como farsa. La política tiene buenos ejemplos de lo mismo y últimamente nuestros gobernantes nos los recuerdan casi a diario.
A contar de octubre del 2019 pareció que nos aprontábamos a retomar el experimento fallido de la Unidad Popular. El período de estabilidad y crecimiento simbolizado en los llamados “treinta años” se miraba como un paréntesis que sería enterrado sin honores. Chile sería la tumba del neoliberalismo. Una asamblea constituyente, representada simbólicamente por el convencional aquel de triste recuerdo, cuya frase más famosa era que prefería que “Chile fuera una mierda, pero de todos, o no fuera de nadie”, haría la nueva constitución, popular y participativa.
En este ambiente, borrachera del octubrismo se podría decir también, elegimos el gobierno de una nueva coalición: Apruebo Dignidad. Sus partidos, Frente Amplio y PC, figurativamente nos decían que aprobaríamos una nueva constitución y, a través de ella, alcanzaríamos, por fin, la anhelada dignidad que el neoliberalismo, con la privatización de los derechos sociales y los abusos, nos había quitado.
Así llegó a La Moneda un equipo joven, los “cabros” de las movilizaciones estudiantiles ocuparon cada una de las oficinas ministeriales del palacio de gobierno y a la cabeza su principal líder, con los anteojos de Allende, para despejar cualquier duda. Muchos nos preparamos para vivir la conclusión de la tragedia, pero esta vez -solo esta vez- Marx tuvo razón, estaba comenzando la farsa.
El gobierno se parece cada vez más al avión ese de Nielsen. Fracasados estrepitosamente todos sus afanes revolucionarios y refundacionales, enterrada la pretendida superioridad moral, derrotada por la realidad su romántica mirada de la inmigración y agobiados por el crimen organizado, ahora nos dicen que valoran a Carabineros y que nunca les gustó el perro matapacos: “era una figura ofensiva y denigrante”, nos dice el Presidente Boric. Quién lo hubiera dicho, entonces no parecía.
Mirado en retrospectiva, todo comenzó con la visita de la doctora y ministra Siches a Temucuicui, ahí debimos darnos cuenta de lo que venía. Parece simbólico que el personaje de Nielsen en la película aquella, el Dr. Rumack, era un médico con estetoscopio al cuello.
En la semana posterior al asesinato de los tres carabineros que conmocionó al país, uno se podría preguntar ¿y dónde está el Presidente? La respuesta la encontré en la red social X, comentando un restaurante del barrio Lastarria: “De las mejores mayo caseras de Santiago. Ayer y hoy. El Shop, refrescante como corresponde”. La realidad supera a la mejor ficción.
Por Gonzalo Cordero, abogado
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